El famoso muro de la paz que se colocó este fin de semana para proteger al Palacio Nacional de la “furia” de las mujeres que legítimamente reclamarán la insensibilidad del presidente ante los feminicidios, terminó por ser el mejor escaparate de ellas.

Así como las integrantes del colectivo chileno Lastesis jamás imaginaron que el performace de Un violador en tu camino sería coreado en casi todas las plazas del mundo, los genios de Palacio Nacional pensaron que al colocar las famosas vallas inhibirían a las mujeres.

Nada más falso.

Ellas, quienes tenían miles de razones para tomar las calles, protestar y gritar, sumaron una ofensa más en los últimos días: la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero, entregada contra viento y marea por el mismísimo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Y el señor de la 4T tan sabía su atropello que mandó amurallar su humilde morada, demostrando una vez más que entre sus palabras y sus acciones hay un mundo de distancia.  

Las mujeres darán hoy una nueva batalla, como la que libran día con día para recordarnos que aún tenemos mucho camino que recorrer para construir un mundo donde puedan caminar sin miedo, donde puedan acceder a los espacios públicos y privados por sus méritos, donde vivan libres de violencia y donde sean respetadas.

Y aquí aclaro un punto. No concuerdo con el vandalismo de algunos colectivos radicales que distorsionan la protesta. Pero ante una decisión tan radical como la de respaldar a Salgado Macedonio, las vallas no son otra cosa que el reflejo del miedo de Andrés Manuel a la respuesta de quienes se sintieron burladas.

Pareciera algo tan distante… pero a la vez tan sencillo, sólo es cuestión de sumarnos y abrazar sus causas.

Lázaro... levántate y transa

Hoy les voy a contar una historia que parecería de los 70s cuando el PRI imponía su ley.

Nuestro personaje se llama Lázaro Jiménez Aquino, es presidente del Instituto Reyes Heroles del tricolor y al parecer sus matemáticas no son las mismas que las de Pitágoras.

Resulta que Lázaro aplicó la máxima priista de “se cayó el sistema” para negarles a los aspirantes, a diferentes candidaturas, la constancia que acredita su aprobación del examen de conocimientos.

Al más puro estilo del viejo PRI, el hombre que dejó señalamientos en la SCT por la presunta venta de permisos y concesiones respondió a los afectados que nadie pasó el famoso examen “salvo quien yo diga”.

Y la transa radica en el propio sistema. Cuando los aspirantes ingresaron su folio para obtener el documento, la página web les arrojaba un “error” que no les dejaba avanzar.

Ante las quejas, alguien les sugirió cambiar y agregar un cero al inicio de su folio. Así lo hicieron algunos incautos, quienes al final obtuvieron una constancia de que reprobaron el examen.

 

Alguien deberá transparentar o revisar ese sistema porque en estos momentos lo último que el PRI requiere es opacidad y divisiones.