¿En qué momento nos perdimos?, ¿En dónde se extraviaron los pañuelos verdes que exigen la despenalización del aborto en Puebla, o las prendas moradas con las que se ruega porque nunca más los feminicidios sean la nota cotidiana?
Las manifestaciones que ayer vivimos estuvieron impregnadas de dos componentes que buscan a toda costa desdibujarlas, diluir las legítimas exigencias, ocultar la impunidad, revictimización e indolencia que cada día enfrentan las mujeres.
Por un lado, políticos y políticas lo mismo se cuelgan del 8-M para presumir que dan espacios a ellas –hecho que no es una concesión-, que se vuelven activistas de un solo día, de una sola foto.
Por el otro las pintas y las quemas terminan por ser mucho más difundidas que las causas de la legítima manifestación.
Con las acciones violentas, que como dije, bien pueden tratarse de infiltraciones, las que realmente pierden son las mujeres, las que año con año salen a las calles a reclamar por la impunidad, por los abusos en su contra, por el acoso que viven en casa, en el transporte público, en el día a día.
No quiero ni puedo imaginar la rabia, el coraje, el dolor, que los familiares de las mujeres asesinadas, sin embargo, todos esos sentimientos se esfuman frente al campo de batalla que arman los contingentes radicales.
No estoy pidiendo que las protestas se conviertan en un desfile de Disney ni que se coloque un marchometro como alguna ocasión se propuso en la Ciudad de México, pero estoy cierto que existen muchas y mejores maneras de llamar la atención, de aparecer en las portadas de los diarios locales, nacionales e internacionales.
Y sé que las hay.
Como muestra está el perfomance chileno Un violador en tu camino que se coreó en todas las plazas públicas del mundo el año pasado, generando una reacción mundial que reconoció, por primera vez, que son los violadores y los jueces corruptos a quienes tenemos que señalar y no a las víctimas.
Este año, las colectivas le voltearon la jugada a Andrés Manuel y en las despreciables vallas que colocó en Palacio Nacional, ellas escribieron los nombres de algunas víctimas de feminicidio para que a AMLO no se le olvidara que nos faltan y que su gobierno mantiene en impunidad esos asesinatos.
La ofrenda floral en rosa y morado, sumada al vídeo mapping con frases como “Un violador no será gobernador” o “México Feminicida” fueron tan fuertes que más de uno sentimos la rabia y el coraje de ver que la violencia contra ellas está “respaldada” desde el Estado, desde el gobierno federal o para ser más concretos, desde el Palacio Nacional.
Ambos ejemplos nos demuestran que una gran parte de las jóvenes, adultas y niñas que salen a marchar están en contra de destruir, de quemar, de golpear.
La tarea es titánica y tenemos que comenzar ya, para que el próximo 8 de marzo, en lugar de salir a exigir sus derechos, las mujeres tengan la oportunidad de rememorar la lucha sin tener que llorar a más muertas, gritar el nombre de las desaparecidas o acompañar a las violentadas.
La lucha no es de mujeres contra hombres; de civiles contra gobierno; de activistas contra policías; de ciudadanas contra políticos; la lucha es de todos, en favor de ellas.
Ni más, ni menos.