La alegría es un sentimiento grato y vivo que, tal como dice la Real Academia de la Lengua (RAE), suele manifestarse con signos exteriores. Para Platón, la alegría era comprable con el delirio: un flujo transformador y energizante.

La iconografía clásica representa a la alegría como una mujer que lleva un cuerno de la abundancia como símbolo de felicidad.

Circula por redes sociales un video que ilustra la alegría. Es el debut de Eloy Cavazos en la plaza México el 12 de junio de 1966 ante el novillo “Trovador” de la ganadería de Santa Martha.

En la narración de la faena, visiblemente emocionado, al maestro Pepe Alameda dice: “Todo lo que nos habían dicho de Eloy Cavazos resulta pálido ante la firmeza, la seguridad, el dominio, la alegría y la gracia del chiquillo de Monterrey”.

Esa misma alegría fue el sello de Eloy Cavazos durante una larga carrera en la que toreó mil 907 corridas, cortó 3 mil 974 orejas, 708 rabos, 9 patas, e indultó 38 toros.

Gracias a la aplicación Tauronet.tv, tuvimos la oportunidad de ver en vivo a Eloy Cavazos el sábado pasado en la plaza de Cinco Villas en el Estado de México.

Eloy toreó con el mismo regocijo, seguridad y variedad que cuando debutó en la México hace 55 años.

Juan Belmonte pronosticó que llegaría un torero que sería capaz de triunfar con todos los toros. No se imaginaba que ese diestro sería oriundo de Guadalupe, Nuevo León y que conquistaría todas las plazas del mundo durante más de cuarenta años.

Eloy fue un torero garboso, valiente y muy simpático. Destacaba por su oficio, carisma y comunicación con el público. Muy regular en la suerte suprema: Se tiraba a matar en corto y por derecho, muchas veces saliendo rebotado. Fue un torero de raza. Siempre intentó estar por encima de sus alternantes.

Técnicamente, además del dominio de los toros lo que le permitía una gran consistencia, destacaba en la manera en que sabía andarle a los toros y en su capacidad de torear por la cara.

Regresando a las redes sociales, hay una página que homenajea a Eloy y se refiere a él como “Torero de Puerta Grande”.

Es cierto que el maestro cortó seis orejas en Madrid, que salió en dos ocasiones por la puerta grande de las Ventas y que ha sido el último mexicano en conseguirlo.

Pero su palmarés es mucho más grande: Cortó 8 rabos en la Plaza México, en Barcelona salió dos veces a hombros, una de ellas después de cortar un rabo.

En la temporada de 1977 toreó 127 corridas, en las que cortó 260 orejas y 39 rabos. En Venezuela actuó 68 tardes, cortó 85 orejas y dos rabos.

Su trascendencia taurina es mucho mayor que lo que reflejan los número. Es el torero que cumplió el vaticinio de Juan Belmonte: aquel que lograría hacerle faena y triunfar con todos los toros.

Pero sobre todo, un hombre con una alegría por torear que es reflejo de la pasión que lleva por dentro. Es decir, un interés desmedido por la fiesta brava.

Una afición vehemente que emociona, un flujo transformador y energizante que proyecta la dicha de torear y el júbilo por vivir.