A inicios de semana, la estatal Secretaría de Seguridad compartió con el público en general la localización y destrucción de un plantío de amapola en la Sierra Norte, Ixtacamaxtitlán. El recuento, 250 plantas puestas a disposición de autoridades federales.

Un cálculo rápido de cuatro plantas por metro cuadrado arroja poco más de 60m2, algo así como cinco espacios de estacionamiento. Haber localizado eso en el sexto municipio más grande del estado, casi 600 km2, pareciera la suerte de la aguja en el pajar.

Sin embargo, cuando se razona que en México se siembran anualmente alrededor de 30 mil hectáreas (12 millones de plantas), 250 piden perspectivas. Especialmente sabiendo que se extraen aproximadamente 80 miligramos de materia prima por planta, un ¼ de un Yakult por todo el plantío.

La amapola es una planta de vivos colores, en México típicamente de tonos rojizos, porte corto y varios usos.

Sus semillas ricas en antioxidantes, célebres poppy seeds, son ingrediente común en la repostería. Pasteles y galletas. La savia de su fruto bulboso es rica en alcaloides, base para el opio y sus derivados. Heroína, morfina, entre otros llamados opiáceos.

Los alcaloides, como recordatorio, son un amplísimo abanico de sustancias sintetizadas por plantas. Van desde la nicotina y cafeína del cigarrillo y café, hasta la anticancerígena colchicina pasando por calmantes, analgésicos y psicoactivos.

Precisamente la morfina, analgésico por elección en la Guerra Civil Norteamericana en 1850, trajo a México su cultivo ilegal para los enganchados a ella. La segunda ola, que masificó el cultivo, fue impulsada por la Segunda Guerra Mundial y de nuevo la adicción no atendida de soldados.

Actualmente se vive una tercera ola de opiáceos con elementos propios de nuestra época. Presiones de farmacéuticas para recetar opiáceos innecesarios a dolencias menores. Compuestos sintéticos de extraordinario poder adictivo, oxicodona, fentanilo, o diacetilmorfina; con grandes posibilidades de sobredosis, más de 70 mil muertos en Estados Unidos el año pasado. China, exportando precursores químicos indiscriminadamente en una guerra geopolítica. ¿Y México?

Amapola, un cultivo más

En el mundo, la amapola es un cultivo altamente regulado por su importancia en el escenario de la salud y el narcotráfico. Legalmente Australia, Turquía e India son los mayores proveedores para el mundo de la medicina. Ilegalmente Afganistán, México y Myanmar lo son para el mercado negro.

Y aunque globalmente México no rebase 15% la cercanía con Estados Unidos, ha desarrollado un lucrativo mercado desde los 90.

En México, amapola es sinónimo de dos zonas que agrupan 80% de la producción, dejando el resto entre Colima, Nayarit y otros. El Triángulo Dorado (serranía compartida de Sinaloa, Chihuahua y Durango) y la Región de la Montaña de Guerrero.

Guerrero es el mejor ejemplo de la amapola como cultivo comercial.

Ante la imposibilidad técnica y comercial de hacer rentable maíz o milpa, desde hace 25 años la venta de goma de opio ha sido la base de la economía primaria de zonas completas de Guerrero.

Los programas de fertilizante y apoyos al campo han sido ampliamente usados para el cultivo de enervantes, incluido el actual de la 4T. El fosfato diamónico (DAP), fertilizante de mayor poder nutricional y adecuado para la siembra de amapola, era exigido y entregado por los gobiernos a pesar de ser 40% más cara que la típica urea.

El desplome de los precios de la goma por la introducción china del barato precursor químico fentanilo ha generado una enorme crisis agrícola y social en Guerrero, obligando a muchos agricultores a regresar al magro cultivo de la milpa para siquiera poder malsubsistir.

Regulación de fármacos, descriminalización de drogas recreativas, legalización de cultivos, creación de programas sociales para los pequeños campesinos obligados o no a trabajar los campos de enervantes, modelos cooperativos para el desarrollo económico de poblaciones olvidadas. Los pasos para atajar con inteligencia el problema de la amapola llevan años diagnosticados, arrancar dos gruesas de amapolas ciertamente no cruzan por ahí.