La diferencia entre los héroes de la mitología griega y los modernos superhéroes de Marvel o DC es la vulnerabilidad. Mientras que Súperman o el Capitán América tienen poderes que los hacen indestructibles, Ulises llora en la Odisea. Las lágrimas del héroe marcan un punto de inflexión en el poema, la aceptación de una nueva caída y una vuelta a empezar.
Alejandro Magno dormía con una daga y una copia de la Ilíada debajo de la almohada. Desde su infancia, soñó con parecerse a Aquiles y buscó inspiración en la obra de Homero en los años más intensos de sus campañas militares.
La Ilíada cuenta la historia de un héroe empeñado con la fama y el honor. Aquiles puede elegir entre una larga vida tranquila si se queda en su país, o una muerte gloriosa si parte hacia Troya. Y a pesar que las profecías le advierten que no regresará, decide ir a la guerra. Aquiles forma parte de las personas enfocadas en alcanzar un ideal, valientes, comprometidas, melancólicas, insatisfechas, que se toman en serio tanto a la vida, como a sí mismos.
Aquiles es un guerrero tradicional, habitante de un mundo severo y trágico. Ulises, por el contrario, es un aventurero que se lanza con placer a vivir episodios fantásticos, imprevisibles, divertidos; que van de lo erótico a lo ridículo.
La Ilíada y la Odisea exploran opciones vitales y sus héroes afrontan las pruebas de la existencia con características opuestas. Ulises valora intensamente la vida porque sabe que está llena de imperfecciones, que es agridulce y por eso vive intensas penas, pero también momentos de placer y de éxtasis. Ulises es el predecesor de todos los viajeros y exploradores. Capaz de afrontar cualquier situación. Seductor, ingenioso, coleccionista de experiencias y narrador de historias. Añora su hogar y a su mujer, pero se entretiene a gusto por el camino.
Para Irene Vallejo, “la Odisea es la primera representación literaria de la nostalgia, que convive, sin demasiados conflictos, con el espíritu de navegación y aventura”. Ulises es un luchador que prefiere las tristezas auténticas a una felicidad artificial. Representa la sabiduría práctica, una virtud que es producto de la humildad, la imperfección y la efímera vida humana a la que vale la pena darle la cara, a pesar de sus limitaciones y desgracias.
Cuando Pablo Moreno tuvo la genial idea de crear el Centro de Alto Rendimiento Taurino (CART), ni en los sueños más magnánimos nos imaginábamos lo que se iba a lograr. El CART no dejó a nadie indiferente. Ha sido una experiencia transformadora que nos marcó a todos los que, directa o indirectamente, participamos. Y esto se logró, en gran medida, gracias al ejemplo y al testimonio de vida de Juan José Padilla.
El maestro Padilla es una extraña mezcla de Aquiles –el héroe obsesionado por el honor y la ilusión por alcanzar el triunfo– y de Ulises –el luchador humilde, capaz de afrontar cualquier situación con ingenio, que conoce sus limitaciones y los convierte en su fortaleza–. Durante los 60 días que duró el CART, Juan José Padilla fue un modelo de disciplina, entrega y entusiasmo. Enseñó con el ejemplo y le hizo ver a los muchachos que el triunfo es la consecuencia de la voluntad y del esfuerzo. Los formó con rigor, pero también con mucho cariño.
La actuación de Manuel Perera en el madrileño Palacio de Vistalegre el lunes 17 de mayo es una síntesis de los valores que se les transmitieron a los chavales en el CART.
- Pasión: Desde que se persignó, se le veía la decisión en el rostro. Perera transmitía un apetito por alcanzar el triunfo, una emoción muy fuerte que proviene su vehemente afición, de su desmedido interés por ser figura del toreo.
- Originalidad: Recibió al toro en la puerta de chiqueros con un capote, vueltos blancos, a la espalda. Demostró ser variado y profundo tanto tanto con capote como con muleta.
- Valentía, que consiste en hacer lo correcto y no lo que resulta fácil. La valentía se trata de hacer lo que parece moralmente necesario en una situación específica, mas que lo seguro desde el aspecto físico o socialmente esperado. Manuel Perera percibía el peligro del novillo de El Freixo, se lo tomó en serio y puso su vida en juego. Además de valentía, demostró un dominio de sus instintos y un interés por la búsqueda de la belleza.
Los taurinos de Vistalegre se sorprendieron de la decisión y entrega al tirarse a matar de Manuel Perera. Estoy cierto, que los demás participantes del CART van a ir sorprendiendo al mundo (y no sólo a los aficionados a los toros) porque conscientes de su vulnerabilidad, aprendieron del maestro Padilla que sin sacrificio, no hay gloria.