En el debate de ayer, la estrategia de cada uno de los candidatos a la presidencia municipal de Puebla fue la misma que mostraron en la última semana; de ahí que el encuentro no despertó el interés que se desearía.

Las estrategias fueron muy claras. Eduardo Rivera Pérez administró su ventaja y evitó a toda costa caer en confrontaciones. Aplicó la clásica de, “ni los veo, ni los oigo”, ante los reproches y las descalificaciones de sus adversarios.

A su vez, la morenista Claudia Rivera buscó en más de una ocasión provocar que su contrincante le respondiera y le echó en cara acciones de gobierno con la intención –no lograda- de desgastarlo.

Del resto de los contendientes, Roberto “El Capi” Ruiz Esparza compartió sus buenas intenciones, le apostó a su pasión y trayectoria deportiva para tratar de ganar votos, aunque sin una postura que realmente impactara entre los escuchas.

Aunque de profesión muy noble, el representante del PES, Alfredo Victoria, fue llamarada de petate, porque tuvo una primera participación impactante y contundente y después se cayó para convertirse en la decepción argumentativa de la tarde; sin embargo, la frase de “¿batas o corbatas?”, es de lo poco que permeó entre la audiencia. 

Edgar Yamil Yitani habría sido un excelente candidato hace algunas décadas, pero sus ofertas y expresiones de anoche demostraron que no es el idóneo para dirigir una ciudad que aspire a la modernidad.

Sobre Evelyn Huerta poco se puede decir, la aspirante mostró un discurso falto de contundencia.

Finalmente, el caso más controvertido fue el de Rivera Santamaría, el autodenominado Lalo el bueno” que decidió utilizar más de la mitad del tiempo de sus intervenciones para atacar frontalmente a su tocayo y de manera indirecta a Claudia Rivera.

Mucha palabrería y pocas frases de fondo

Cuando falta sólo una semana para que los poblanos nos presentemos a las urnas a decidir el futuro del Congreso y las presidencias municipales, el debate nos quedó a deber.

Uno esperaba que las propuestas fueran más allá de promesas incumplibles como la creación de nuevas albercas públicas y que todos los menores pudieran tomar clases de natación de manera gratuita, o la construcción de un hospital para los animalitos.

O peor aún, que después de tan manoseado el tema de la concesión del agua, en el sexenio de Rafael Moreno Valle, ahora nos digan que casi casi como por arte de magia, en 100 días se cancelará ese acuerdo y el servicio será de los capitalinos.

Los verdaderos problemas que sufren los ciudadanos –y que atañen al Ayuntamiento de Puebla- quedaron en el tintero.

Ninguno de los cinco candidatos ni las dos aspirantes nos pudieron explicar ¿de dónde saldrá el dinero para iluminar toda la ciudad? ¿En qué tiempo estarán preparados los policías municipales para brindar un servicio honrado y de calidad a los habitantes de la Angelópolis? o ¿Cómo se logrará el diálogo para concretar la reubicación y que los ambulantes dejen de apoderarse de las calles?

¿Quién ganó el debate?

Y ante la pregunta más socorrida tras este tipo de ejercicios democráticos, déjeme comentarle que en mi opinión y más allá de lo que las porras y los equipos de campaña digan, la verdad es que nadie ganó el debate.

El nivel de audiencia fue tan bajo, que prácticamente sólo lo observó el círculo rojo y los equiperos de los candidatos, por lo que las tendencias no cambiarán en lo más mínimo.

La suerte ya está echada.