A más de un año de haber comenzado la epidemia de Covid-19, innumerables cantidades de negocios se han perdido y otros tantos se han tenido que reinventar, tal es el caso de la industria inmobiliaria, que, desde mediados de 2020, el 90 por ciento de la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI) cerraron sus oficinas como una medida de prevención.
El Covid-19 está acelerando su transformación digital para evitar sucumbir y cumplir las expectativas del mercado; anticipando así la curva de adopción de herramientas que optimicen sus canales digitales de venta y marketplaces.
Durante la cuarentena, millones de trabajadores en todo el mundo dejaron de asistir a sus oficinas, incluso muchas de ellas se vaciaron por completo. Ya no se encienden las luces por la mañana, ni los elevadores suben y bajan con tanta frecuencia y las computadoras u ordenadores, han pasado a ser parte de oficinas improvisadas desde el hogar.
Muchas personas vieron en los bienes raíces una oportunidad para poder llevar sustento a su casa, aunque no existe regulación legal en la materia, la certificación y capacitación continua es esencial para los agentes de bienes raíces.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México existen más de 80 mil personas que se dedican profesionalmente a la asesoría inmobiliaria.
De éstos, sólo 10 por ciento; es decir, alrededor de ocho mil, cuentan con capacitación o alguna certificación inmobiliaria, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI) sección Ciudad de México.
Por ejemplo, en Estados Unidos, los agentes deben contar con una serie de documentos necesarios para realizar sus actividades, entre ellos, el más importantes es una licencia de operaciones emitida por el estado donde van a laborar.
Esta certificación de asesor inmobiliario se obtiene a través de un examen y se debe renovar cada cierto tiempo, según el estado en el que la obtengan.
Además de ello, los aspirantes a realtor, como se conocen en ese país, deben contar con un grado de estudios mínimo de licenciatura y, en caso de aprobar el examen, se les asigna un bróker para que supervise sus actividades. Esto al mismo tiempo les permite adquirir mayor experiencia y contactos para desempeñar de mejor forma sus actividades en el futuro.
Fibras y más Fibras
Si bien, 2020 fue un año complicado para la economía del mundo y diversas industrias se vieron fuertemente afectadas por la pandemia de Covid-19 en el país, el sector inmobiliario intentó mantener su dinamismo y las Fibras se mostraron resilientes tanto en sus fundamentales financieros como operativos.
Al cierre de 2020, las Fibras sumaban 17 millones m2 de área neta rentable (ANR) de espacios industriales para manufactura y logística; 5.3 millones m2 del segmento comercial en locales y centros comerciales; 1.8 millones m2 de oficinas de todas las clases y casi 19 mil cuartos de hotel, por mencionar los más importantes.
En 2011 se alistó en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) el primer fideicomiso de inversión en bienes raíces (Fibra), Fibra Uno (FUNO). Esto representó un hito en la institucionalización, desarrollo y expansión del sector inmobiliario en México.
Han pasado diez años y quince Fibras han aparecido en el mercado accionario de la BMV, las cuales han levantado recursos por más de 200,000 millones de pesos, según datos de la Bolsa. Asimismo, en febrero pasado, la Bolsa Institucional de Valores (BIVA) recibió a su primer fideicomiso inmobiliario, Fibra SOMA, con una colocación de más de seis mil 700 millones de pesos.
Tip de la semana: Vale la pena analizar qué tan beneficioso es invertir en propiedades en zonas turísticas con la idea de rentarlos a través de diferentes plataformas, más adelante hablaremos de ello.