El paso del huracán Grace ha traído una serie de desgracias que hemos podido ver de primera mano en los municipios poblanos de las sierras colindantes con Veracruz, siendo esa entidad la más castigada.
La lamentabilísima cifra de cinco muertos en Puebla, la última de una señora de Olintla por infarto al ver la destrucción en su comunidad, se suma a la pérdida de al menos 20 mil hogares y múltiples destrozos.
Tras un rápido despliegue en tierra el Gobierno del Estado había cuantificado más de 18 mil hectáreas dañadas en los once municipios que sufrieron los mayores estragos, todavía existiendo demarcaciones y sitios incomunicados cuyas evaluaciones están pendientes.
Estos once municipios evaluados, Jopala, Tlaola, Zihuateutla, Chignautla, Cuautempan, Teziutlán, Tlatlauquitepec, Tetela de Ocampo, Xiutetelco, Yaonáhuac y Zautla, sufrieron afectaciones en casi 40 por ciento de todos sus terrenos de cultivo.
De los anteriores municipios siete tienen grados de marginación alta, dos grados medios, uno, Tlaola, muy alto, y solo Teziutlán tiene bajo grado de marginación.
La pérdida de casi la mitad de su sector primario será una carga generacional para esos municipios que agrupan 1/3 de millón de poblanos. De la abyecta pobreza a la que han sido empujadas miles de familias, a un ingreso promedio, les tomará, con cifras oficiales, 11 generaciones; 330 años.
Tanto en países desarrollados como en vías de, muchas de estas catástrofes son paliadas con el cobro de primas por seguros catastróficos, pero existe una enorme aversión por ellos en este país.
Y la referencia es el país y no sus habitantes, la mitad de los mexicanos en Estados Unidos tienen un seguro, mientras que en México apenas llega a la cuarta parte. La aseguranza, como son llamados los seguros del otro lado la frontera, es una cultura no existente en México o su campo, apenas 6 por ciento de los productores de todo el país tienen un seguro.
La 4T, y el proyecto de egresos 2022, le pusieron el clavo final al Programa de Aseguramiento Agropecuario peñanietista. Esta iniciativa era una salida para los pequeños y medianos productores que se veían obligados a contar con un seguro para solicitar un crédito de avío, un financiamiento al capital de trabajo agropecuario.
Uno podría achacar ese final a una aversión por instrumentos neoliberales económicos, pero es una polarización más de la técnica, ahora tendremos el Programa Crédito Seguro-Producción para el Bienestar.
Este impulso, del desubicado subsecretario federal de Autosuficiencia Alimentaria Víctor Suárez, busca la transición de un modelo basado en agroquímicos a uno de producción sustentable.
El quebradero de cabeza para la Financiera Nacional de Desarrollo de desplegarlo fue una muestra de lo impracticable del emprendimiento, así como los tres años que llevan intentando cuadrarlo sin éxito; desproteger al campo mexicano en aras de la ideología es poco sacrificio.
Las negativas de usar instrumentos de aseguramiento en Puebla por el Gobierno del Estado provienen por otras problemáticas, como mal uso de las primas cobradas o el abuso de los brokers vendedores; por lo que podría entenderse el uso directo del dinero en esta emergencia, pero eso no es sostenible.
Grace fue tan solo el primer evento 2021 en el Atlántico y una probadita de las crisis derivadas del cambio climático que veremos cada vez con más frecuencia.
Los apoyos directos, monetarios o no, no pueden sustituir esquemas complejos de apoyo, como nos ha demostrado una y otra vez la Federación. Hasta tres mil pesos por hectárea a rajatabla, de una bolsa de 30 millones que alcanzará para la mitad de lo censado, es mejor que nada; pero de ninguna manera puede traer los beneficios de un seguro bien acordado. El poderío de un ente como el Gobierno de Puebla debería ser puesto a negociar con los mercados y bancos por todos aquellos que lamentablemente no tienen representación en la gran economía.