Es más que evidente que Marko Cortés centra todas sus acciones y decisiones en su reelección como presidente nacional del PAN, para contar de manera incondicional con el mayor número de Comités Directivos Estatales y así poder controlar al partido de cara a la elección presidencial de 2024.
El tema no queda ahí, ya que gracias a las alucinaciones que provoca la calentura del poder, da la impresión de que Markito empieza a escuchar el canto de las sirenas y ya contempla la posibilidad de terminar convertido en el abanderado presidencial del blanquiazul, en una versión remasterizada de Ricky Rikin.
No, no se rían.
Con los panistas todo es posible, sobre todo cuando la orfandad en la que han caído por falta de verdaderos liderazgos, los lleva a que hasta el más mediocre de sus dirigentes —léase Markito Cortés— tenga sus propios sueños de opio.
Y en esa lógica, Puebla se convierte en un vivo ejemplo.
El pasado viernes se concretó lo que ya se veía venir, la ratificación de la Comisión Organizadora Estatal Electoral de la Elección del Comité Directivo Estatal 2021, que busca hacer de la reelección de Genoveva Huerta, un simple trámite para que su presidente incondicional y aliada, siga al frente del partido.
Más allá de la evaluación que se pueda hacer del trabajo de la presidenta, hay que señalar que la decisión de Marko para ganarse el voto de las mujeres panistas le puede costar muy caro, pues cada vez son más las voces inconformes por lo que consideran una imposición más que una acción de equidad de género.
Esto no termina aquí, ya que la reelección de Cortés se puede venir abajo, ya que el panismo está volteando la mirada a otros personajes que amplíen la baraja de la sucesión en Acción Nacional.
Y aunque el gobernador saliente de Querétaro, Francisco Domínguez ha sido cauto y el entrante Mauricio Kuri manifestó su apoyo a Cortés, no se puede descartar una cargada contraria a las aspiraciones del hoy presidente nacional.
Tal y como lo han hecho anteriores presidentes blanquiazules, Marko Cortés menosprecia los escenarios adversos que se le pueden presentar si se mantiene en la necedad de querer imponer a sus aliados, con la consecuente división del panismo nacional en los próximos tres años.
Y en lo que toca a la aldea local hay que ser claros y realistas, en Puebla el PAN ya se fracturó y fue aquí uno de los estados dónde los panistas —no sólo Moreno Valle— le dieron su apoyo para que llegara a la dirigencia. Recordemos que tres de sus pilares fueron Humberto Aguilar Coronado, Rafael Micalco Méndez y Ana Teresa Aranda, que creyó en él para reincorporarse al PAN después de la persecución morenovallista.
Si se van sumando los liderazgos que están en contra de las imposiciones de Marko Cortés, Puebla podría convertirse en uno de los estados donde perderá la elección interna y de paso, se pone en riesgo la reelección de Genoveva Huerta.
Era tan simple permitir una contienda abierta, donde se demostrara realmente el liderazgo en Puebla, y ya con el voto libre de los panistas poder planear sin fracturas el 2024.
Y ese mismo camino debió seguirse en todo el país y no cómo lo hizo Markito, con la varita mágica en la mano para determinar de acuerdo a su conveniencia y decidir, en este estado va hombre y en este, va mujer.
Iluso aquel que le compre el cuento de la equidad de género.
Ahora veremos si la corriente riverista lanza una candidata, seguramente se armará la mundial, en donde morenovallistas y tradicionales se sacarán los ojos, mientras en Morena disfrutan de la batalla campal.
Y así es como el presidente nacional del blanquiazul está a punto de detonar la guerra civil entre panistas, demostrando que es un operador con manos de estómago, en donde todo lo qué pasa por sus manos, lo hace literalmente mierda.
En fin, nadie sabe para quién trabaja; y Markito, menos.