Por más de 200 días los estudiantes de la Universidad de las Américas Puebla solicitaron que su campus fuera reabierto, que el acceso a las instalaciones se permitiera y así regresar a las clases presenciales.

En uno más de los capítulos del pleito entre particulares por una fortuna superior a los 700 millones de dólares, las protestas de este martes culminaron con la resolución de una jueza.

La orden bajó y los guardias de seguridad privada que mantenían el resguardo del campus acataron la indicación. Abrieron las puertas e informaron a los universitarios –que evaluaban pasar la noche en las inmediaciones de la Udlap- que podían ingresar, que “se liberaba” el inmueble.

Foto: Cortesía
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Pero algo pasó, los jóvenes desconfiaron ante la falta de un comunicado oficial y claro, ante la duda de saber quién pagará a los maestros, quién está a cargo de la universidad y quién administra el centro escolar.

La negativa de estudiantes de cruzar las puertas, que durante siete meses pidieron que se abrieran, así como el anuncio de futuras protestas, como la que se espera este miércoles, nos anticipa un problema mayúsculo.

El pleito —originalmente de familias— está arrastrando a una juventud que podría contar con la simpatía y apoyo de otras universidades. Sería la segunda ocasión que universitarios tomen las calles, un escenario de tensión, en un estado donde el clúster educativo es altamente cotizado.

Y es que mientras el conflicto jurídico no se resuelva de fondo, la liberación del campus será sólo un paliativo, para un litigio que no tiene para cuando terminar.

Tristemente, lo de ayer no fue más que el arranque de la nueva temporada de “Los Jenkins, la voracidad por una herencia”.

El dañino protagonismo de Nora

En su afán protagónico la diputada del PT, Nora Merino Escamilla prendió un fuego que el Partido Acción Nacional logró capitalizar políticamente.

El conflicto que desde hace 218 días mantenía cerradas las instalaciones de la Universidad de las Américas Puebla (Udlap) se trata de un tema entre particulares. Sin embargo, las palabras mal pronunciadas por la legisladora terminaron en un reto oportunamente aceptado por los panistas.

Una oportunidad de oro que la oposición supo aprovechar.

El Congreso no es para pleitos ni para retar, sino para llevar el debate de altura donde se presenten argumentos serios y de peso para responder a los opositores.