Platicaré de mi experiencia en Huatulco hace 30 años, esas playas de Oaxaca que se disfrutan en unas vacaciones, pero que se sufren en una competencia; ese lugar donde tuvieron que pasar varios años para que pudiera entender qué es lo que me había pasado, ya que los resultados no siempre son los que uno desea.

En mi mente está aún presente en el triatlón de Huatulco, era el reto al salir de Puebla, participar en otro nivel, olvidar las aguas heladas pero calmadas de la Laguna de Alchichica, ahora sería la sal y no el magnesio el sabor que estaría en mi boca.

Muy temprano nos pusimos en la playa del Hotel Club Med de esa ciudad, era ánimo, seriedad, el ver el amanecer que todos desean admirar, y entonces dieron la salida, un tanto seguro comencé a nadar rumbo a la primera de dos boyas y de ahí regresabas a la playa nuevamente, al igual que en los otros triatlones donde el agua no había sido mi enemiga, cada brazada me daba la confianza de que iba avanzando, que llegaría a la primera de las metas.

Sin embargo el mar juega malas pasadas, hay que tenerle mucho respeto, ya que de repente me asomé para ver cómo iba, y me di cuenta que era el último de todos los competidores, vi a la playa, no había nadie más, y hacia delante el nadador más cercano me llevaba un buen tramo, entonces traté de apretar el nado, pero no pasaba nada, me había detenido mientras daba cada brazada.

De repente puse atención en el piso, el agua era tan cristalina que permitía ver el fondo del mar, si hubieran sido unas vacaciones lo habría disfrutado, pero era otra realidad, me di cuenta que estaba atrapado en una corriente de agua, el mar me estaba jugando esa mala pasada.

Nadaba, nadaba, pero no avanzaba, comencé a acelerar, y cuando llegue a la primera boya que era a los 500 metros, estaba totalmente agotado, como pude llegué a la segunda pero ya no podía más, y ahí él abandonó.

Sin embargo cada competencia lo que deja son lecciones, eso me hizo aprender que debes estar muy consciente de la velocidad, en cuánto tiempo puedes recorrer esos 1,500 metros de un triatlón olímpico, o 3.8 kilómetros de un Ironman, eso ayuda a saber cuánto tiempo vas a estar en cada una de las etapas.

Si la estrategia que se ve en cada competencia de distancias largas, y lo vemos en la Maratón, los 20 kilómetros de marcha, o los 10 mil metros planos, donde no siempre el que arranca en la punta es el ganador, sino que se va dosificando y aplicando la velocidad en el momento preciso.

Hay que tener una expectativa de cuánto tiempo se hará cada etapa, basándote en el tiempo que has invertido en hacer si bien no las distancias completas, pues en los entrenamientos no se entrenan las distancias completas sobre todo en este tipo de disciplinas.

Un maratonista profesional entrena dos veces al día, y en ambos casos son 21 kilómetros, sumando ya son los 42 kilómetros, pero no lo hace al mismo tiempo así la expectativa de cuánto se hará, y eso es importante para que también vayas preparado en cuanto a los tiempos.

Pareciera mentira que un deportista deba aprender el tema de las corrientes marinas, de los ríos, e incluso en una alberca, todo será distinto.

La enseñanza es tomar el papel y el lápiz, hacer la estrategia, conocer algo más que un mar con olas; ver las corrientes marinas, los imprevistos de cada competencia.

A 31 años de ese triatlón reconozco que recibí una lección que me ha servido en la vida, esta es la de planear, ya que hay que tener plan B, C, o D, pues la improvisación en éstos casos nos puede salir muy cara.