Es 2003, he vivido varias experiencias en triatlones, se puede decir en ese momento que ya no soy el improvisado que no se sabía administrar, que se rendía a la mitad de la competencia, ahora había que seguir aprendiendo hasta de lo que uno al principio menos imagina.
Quiero comentar que cuando vemos el Tour de Francia, o de España, van los ciclistas acompañados de todo un equipo detrás de ellos; llevan cuadros y ruedas de bicicleta listos para una reparación de minutos, pero en un triatlón es diferente, sobre todo cuando los patrocinadores no son las grandes marcas, ahí existe la soledad del competidor.
Así tuve la oportunidad de participar en el triatlón de Mazatlán, Sinaloa, se nadaba en el mar, las autoridades portuarias nos hicieron el favor de avisarnos que había “Gelifish” que es lo más parecido a las medusas, esos animales marinos que tantos problemas causa a los bañistas.
Obviamente las autoridades limpiaron la playa de esos animales para que los triatletas pudiéramos nadar sin el riesgo de tener alguna quemadura que produce este animal.
A diferencia de Huatulco, ahí no me arrastró la corriente marina, pude llegar a las boyas sin problemas; insisto, en el triatlón se debe aprender de cada competencia, y que la palabra derrota no exista en el diccionario del competidor, el cual es un ganador desde el momento en que acepta el reto, el mar debe respetarse por más tranquilo que se vea.
Ahora me enfocaré en el ciclismo, el cual no sólo significa pedalear, sino todo lo que puede haber con ese medio de dos ruedas.
Tras nadar, pues llegó el paso de subirse a la bicicleta, el camino más o menos plano sin embrago el recorrido tenía algunas partes que podían hacer que se te ponchara la llanta, y es ahí uno de los problemas que como simple espectador no se imagina.
Como ya había tenido una experiencia de pinchadura y ya tenía experiencia en aprender a reparar las ponchaduras pues hice así en Mazatlán, donde uno debe llevar lo necesario para hacer la reparación, recordemos que hay tramos donde uno queda en la soledad.
Vemos la importancia de saber parchar una llanta; sin embrago en esa competencia se volvió a ponchar otra rueda y pues ya no tenía yo forma de poder reparar.
En una curva el rin se resbaló con el pavimento y obviamente tuve una caída no obstante a esta vicisitud terminé la etapa del ciclismo.
El accidente no me detuvo, emprendí la de carrera, raspado golpeado y con tiempo perdido por la pinchadura pero tuve la oportunidad de cruzar la meta en aquel puerto del norte del país.
La bicicleta se convierte en una compañera del competidor, es la que te ayuda a recorrer grandes distancias, la que le exige a tus piernas que den todo lo más que se pueda, y claro en algunas bajadas te puede dar segundos de descanso necesarios en algo tan extenuante.
Valoremos a esa compañera, veamos que debemos llevar un kit de primeros auxilios para repararla, y que no nos abandone, o como en Mazatlán, nos juegue mas pasadas, y haga que terminemos con raspones ante una caída.