México se ha convertido en el principal país importador de maíz en el mundo porque tiene un consumo nacional de 45 millones de toneladas anuales y sólo produce entre 27 y 28 millones. Se estima que las compras de maíz al exterior cerrarán el 2021 con 17.5 millones de toneladas, según Luis Fernando Haro, director del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), citado por Angélica Enciso, en La Jornada, febrero 2022.

El cambio climático, la sequía recurrente, la disminución de la disponibilidad de agua en los acuíferos, la incidencia de plagas y enfermedades, las aguas residuales y residuos sólidos en ríos y barrancas, la pérdida, contaminación y reducción de fertilidad del suelo, problemas de migración, seguridad pública y pandemia COVID, en conjunto han acentuado la baja productividad del campo mexicano.

En los últimos 50 años hemos perdido más de la mitad del agua disponible para cada mexicano y hemos dejado al suelo con menos del 1 por ciento de materia orgánica cuando el ideal es 5, más de 2 mil 500 kilogramos de tierra fértil por hectárea se pierden cada año y junto a ello se han perdido los microorganismos que hacen posible la transformación y absorción de los nutrientes por las plantas. Solo agregar materia orgánica ya no es suficiente si no se agregan también los microbios que dan vida al suelo.

Muchos de estos problemas se han debido a la ausencia de servicios técnicos; orientación, capacitación y acompañamiento a los productores, que ha derivado en una cultura donde predominan sistemas productivos de carácter extractivo tanto en la agricultura como en la ganadería, la pesca y las actividades forestales, donde es muy notoria la sobreexplotación de recursos que compromete el futuro de las nuevas generaciones.

Otros problemas se han acentuado recientemente como el o robo de ganado, el robo de cosechas en huertas y carreteras como es el caso del limón, aguacate o carne de cerdo, la toma de casetas de peaje, la seguridad de productores o inspectores sanitarios y la falta de regulación del mercado de agroquímicos.

Con esta problemática llegamos al Día del Agrónomo 2022, que cada 22 de febrero se celebra en México con motivo de la fecha de creación de la Escuela Nacional de Agricultura en 1854, la institución más antigua del ramo en México y Latinoamérica que, en 1978 se transformó en la Universidad Autónoma Chapingo.

A lo largo de la historia, uno de los ejercicios preferidos de los diversos actores responsables es echar culpas de la situación. En gran medida para evadir los juicios de la sociedad con lo que se posterga la atención de las necesidades prevalecientes.

Una parte de estos problemas son responsabilidad y tareas pendientes de los agrónomos a las que no debemos rehuir. Es cierto que las políticas educativas, de investigación y fomento, muchas veces ausentes en nuestro país, han olvidado que la pirámide productiva agroalimentaria de México tiene una base de 85 por ciento de productores de autoconsumo, solo 15 por ciento producen excedentes y el 5 restante son exportadores. La base, bandera política de todos los partidos y sus actores, generalmente ha estado olvidada por la educación, la investigación y las políticas públicas.

Ese 85 por ciento corresponde a productores con menos de 2.5 hectáreas sin acceso a servicios técnicos, equipos y herramientas, tecnología, ni financiamiento, y que producen para el autoconsumo familiar pero no logran satisfacer sus necesidades anuales. La enseñanza agronómica y la investigación se han centrado solo en el 20 por ciento superior de la pirámide.

El fomento productivo ha privilegiado la entrega de bienes materiales sobre los apoyos intelectuales debido a que estos últimos no lucen políticamente.

Con motivo del Día del Agrónomo felicito muy sinceramente a quienes abrazaron esta profesión con pasión y compromiso. Tenemos muchas tareas pendientes por hacer, tales como impulsar en las instituciones educativas, la necesidad de actualizar los contenidos educativos que atiendan las necesidades de las familias y sectores productivos, reconociendo la diversidad regional de más de 750 micro regiones que comprenden los 2 mil 400 municipios y los 31 mil 500 ejidos del país.

Reducir la formación teórica que ha prevalecido en la formación de ingenieros agrónomo; incrementar la práctica; adoptar el modelo educativo dual; aumentar los intercambios académicos; promover una mayor vinculación a través de la atención de al menos un problema de cada comunidad de origen de los estudiantes, porque si no se resuelve una necesidad comunitaria no se podrá transformar el mundo.

También impulsar políticas públicas sobre desarrollo organizacional y empresarial; revertir el deterioro ambiental; recuperar el suelo, el agua, las áreas de pastoreo y la pesca ribereña. Apoyar a los productores de autoconsumo, pequeños productores; integrar cadenas productivas; adoptar la agricultura de conservación, protegida, orgánica, de precisión y por contrato, para atender los mercados nacionales e internacionales vía tratados comerciales que eleve la productividad agroalimentaria, es aún la mayor tarea y reto para el porvenir de los agrónomos en beneficio de la sociedad mexicana.