Después de haber hecho mi mejor tiempo en triatlón olímpico, y 5 días después de participar en dos competencias en un mismo fin de semana, tuve un accidente en mi oficina, una persona se metió y nos disparó con una escopeta a varios de los que ahí colaborábamos; iniciaba una competencia, la más difícil, el seguir con vida.
Fue cuestión de segundos, pero en mi mente parecieron horas eternas, el ruido de cada disparo, el olor a pólvora, y definitivamente ese miedo a morir en ese instante.
En el ataque recibí un disparo en la zona abdominal, insisto el miedo a la muerte está presente; llegaron los paramédicos, me llevaron a urgencias, todo pasaba por mi mente, ese temor de no volver a competir, no sólo en cuestión de triatlones, sino incluso cualquier carrera, o vuelta a la manzana, pero sobre todo el pensar en ya no estar.
Son momentos en los que uno piensa en sobrevivir; aclaro que gracias a la práctica del deporte mí organismo fue reaccionando favorablemente, y la disciplina que uno lleva para la práctica de una disciplina como la del triatlón me hacía resistir cada minuto que pasaba durante el traslado al hospital.
La herida me tuvo 10 días en el hospital con una sonda gástrica, sonda urinaria, suero, y 30 días más en convalecencia, en total fueron 40 días fuera de circulación; sabía que afortunadamente ya no estaba luchando por mi vida, pero ahora buscaba alejar esos malos pensamientos ya que hay que ser realista, uno llega a pensar que no volverá a nadar más que en una alberca, la práctica de la bicicleta parece haber terminado, y lo que importaba tal vez era poder caminar.
Tras ese ataque fue muy difícil volver a hacer ejercicio; sin embargo ponerme nuevamente de pie significó para mí, el obtener una medalla que no tiene precio, la denominó "Medalla de la Vida", y eso me motivó a volver a mi pasión.
Pasaron unos meses, y cometería un error al decir que "inicié nuevamente"; Todo lo contrario, fue un paso más que di en mi trayectoria como triatlonista; Así que volví a la pista, a meterme en la alberca, a pedalear en la bicicleta, y darme cuenta que estaba vivo, que muchas cosas me estaban esperando.
Han pasado más de 25 años de esos hechos que aún llevo en la mente, y ver el amanecer, así como concluir cualquier jornada laboral por la noche me hace disfrutar esa medalla que gané.
El siguiente reto era inscribirme en otra competencia, enfrentar mis temores, así que participé en 1997 en el triatlón de Valle de Bravo, pero solamente en la etapa de nado y de bicicleta, no corrí porque pensé que podría ser un esfuerzo muy grande pensando en que estaba en una etapa post convaleciente.
El sabor de mi abandono fue distinto al de la competencia de Alchichica o Huatulco; en Valle de Bravo no me sentía derrotado, quienes me vieron notaban una sonrisa porque había vencido mis miedos después de ese accidente.
Lo valioso del triatlón en el Valle de Bravo de 1997, que no terminé, fue darme una tregua, no claudicar, y saber que el ser humano puede llegar a donde él quiera, y valorar cada amanecer, el disfrutar cualquier día, y sobre todo “vivir”.