De acuerdo con la Unión de Trabajadores Agrícolas (UNTA) en la semana que terminó, el precio promedio de la tortilla en nuestro país alcanzó los 20 pesos por kilogramo en tortillerías tradicionales y 13 pesos en tiendas de autoservicio, representando incrementos de 24 y 11 por ciento con relación a 2021 (Miguel Ángel Ensástegui, El Sol de México 2022).
El maíz y el gas representan el 64 por ciento de los costos de producción de las tortillas, según datos de la Universidad Tecnológica de Puebla y la Secretaría de Desarrollo Rural del Estado de Puebla.
El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) ha estimado un incremento promedio de 21 por ciento en el precio de la tonelada de maíz con relación a marzo 2021 y un 89 por ciento del precio de los fertilizantes después del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, en mucho, debido a la tendencia creciente de los precios de los combustibles y los altos costos de los fletes marítimos.
Los compradores chinos cerraron recientemente una operación para adquirir mil 84 millones de toneladas de maíz de Estados Unidos, debido a que los envíos de Ucrania, el cuarto exportador mundial, están suspendidos por la guerra.
Uno de los mayores impactos económicos del conflicto bélico Rusia-Ucrania se observa en el incremento de los precios del petróleo, los combustibles y los fertilizantes. Y, no obstante que hay una gran demanda de granos, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) ha anunciado que sus agricultores planean reducir sus siembras de maíz debido a los altos precios de insumos y fertilizantes, según la Agencia REUTERS, El Sol de México 2022.
Adicionalmente, algunas estimaciones ya pronostican un año 2022 de mayor sequía que el 2021 y junto a los problemas provocados por 2 años de la pandemia por COVID, hay riesgo de mayor pobreza y una gran amenaza a la seguridad alimentaria mundial con mayor impacto en Latinoamérica y África. En América Latina 60 millones de personas viven con hambre.
La inseguridad alimentaria se ha agravado en México debido a la falta de políticas que atiendan con eficiencia a la base de la pirámide productiva nacional en donde 80 por ciento de los productores del campo, con parcelas menores a 2.5 hectáreas y dependientes en un 85 por ciento de las lluvias, solo siembran para autoconsumo sin lograr cubrir sus requerimientos alimentarios familiares anuales.
La falta de lluvias, de riego, de semillas, de fertilizantes, de insumos y tecnología y, principalmente de servicios técnicos, ha provocado que los campesinos siembren como Dios les da a entender. Así se ha generado la baja productividad, así se ha empobrecido a la gente, se ha perdido el suelo, el agua, la fauna, los peces de los ríos y la vegetación debido a prolongadas prácticas extractivas. Así se ha provocado la migración que hoy crea ingresos nacionales por arriba de los generados por el petróleo o el turismo.
A este sector lo hemos engañado desde la creación del PROCAMPO en los años 1990, luego PROAGRO y hoy Producción para el Bienestar, con otorgar una cantidad de dinero por hectárea que no alcanza para nada. Es solo un apoyo al ingreso personal.
Derivado de muchos años de solo extraer las cosechas y no devolver nada a la tierra, ésta se empobreció, también porque las malas prácticas agrícolas provocaron erosión de la capa fértil. Según estudios de los Fideicomisos Instituidos en Relación a la Agricultura en el Banco de México (FIRA), se pierden 2 mil 500 kilogramos de suelo por hectárea anualmente.
Junto con el suelo, se perdió también la materia orgánica que debe estar en niveles de 5 por ciento y que actualmente solo se encuentra en promedios de 1 por ciento. Más grave aún es que se perdieron los microorganismos del suelo, los que descomponen la materia orgánica para hacerla aprovechable a los cultivos. Además de recuperar suelo, hoy debemos reponer materia orgánica, la microbiología y la fertilidad de las tierras agrícolas.
Actualmente si no se fertiliza, no hay cosechas. En el pasado exprimimos al máximo nuestras tierras y ya no producen si no les ayudamos con nutrientes externos. Por eso, hoy la mayor demanda de apoyo que llega a los escritorios de las oficinas del sector agroalimentario es de fertilizantes.
Pero los fertilizantes están muy caros porque los principales productores están en guerra, por lo que es tiempo de voltear hacia políticas de producción nacional y también hacia el uso de abonos verdes, rotación de cultivos usando leguminosas, incorporación de residuos de cosecha, reducción de las quemas de rastrojos, incorporación de abonos orgánicos y de abonos biológicos.
Productores de sorgo de la Mixteca Poblana demostraron que al reducir a la mitad el fertilizante químico y complementar con micorrizas y la bacteria Azospirillum, se redujo en 25 por ciento el costo de la fórmula y se obtuvieron iguales o mejores rendimientos de grano.
Por todo lo anterior, necesitamos recuperar y cuidar mejor nuestros suelos y los recursos naturales para las futuras generaciones.