Casi cinco décadas, 49 años para ser exactos, de que un derecho en Estados Unidos era una garantía para las mujeres, se ha eliminado.
A la mayoría Republicana que hoy conforma la Corte Suprema de Estados Unidos le bastó dictar una sentencia para derogarlo, anularlo.
Qué lejos se mira la suma de Jueces Republicanos, que se unieron para legalizar el aborto en 1973, sumándose al precedente Roe vs Wane que reconocía a este como un derecho constitucional reconociéndolo como un problema de salud pública, garantizando derechos humanos y fundamentalmente derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Muchas voces en estos últimos días han considerado ésta decisión como regresiva, triste, indignante, porque repercute sin duda alguna en las mujeres estadounidenses.
Casi 50 años de retroceso. Esta ley ya formaba parte de la sociedad, era una tradición en un país donde se había reconocido este derecho y las mujeres decidían sobre su cuerpo.
¿Pone en riesgo otros derechos? Seguramente. Veremos los pasos siguientes de esas mayorías conservadoras, mejor conocidos como Republicanos.
Porque la composición del Supremo Tribunal cambió, las últimas designaciones hechas a propuesta del entonces presidente Donald Trump lo comprueban, todos ellos dieron su voto para anular este derecho, en nada se parecen a los conservadores de 1973.
Digo que se comprueba, porque también acaban de aprobar dos sentencias más: Una que cambia una ley que data de 100 años, que restringía portar armas de fuego en público, que incluía por supuesto, las excepciones de un permiso especial y la causa justificada; y la otra, que anula las restricciones de otorgar recursos públicos a escuelas religiosas. Ultra conservadores sin duda.
También contradictorias todas, derivado del número de delitos que se cometen en Estados Unidos con armas; y porque aun cuando es una nación profundamente religiosa, “es el país más laico del mundo” -o era- ya que se daba una separación radical incluso dicen los investigadores mayor que en Francia, derivado de que los padres fundadores eran personas muy religiosas, pero en su experiencia anglicana, tenían muy claro “que si el Estado quería integrar un fenómeno plural, no podía abrazar ninguna religión…” (Vázquez, 2014).
Más allá de la polarización que ya existe en un país considerado la primera potencia del mundo, estos resultados desafortunados, no consideraron en el caso de la anulación del derecho constitucional al aborto, dos consecuencias inevitables: las consecuencias de salud que originará en millones de mujeres al haber quedado sin protección, que generará clandestinidad y criminalización; y también, las consecuencias políticas al haberlo hecho.
Estados Unidos tendrá elecciones intermedias próximamente y los Republicanos versus Conservadores, pueden recibir un revés por esta decisión. El movimiento de mujeres en el mundo es cada día más fuerte y son millones de ellas las que votan. De manera que este tema será sin duda una bandera de campaña.
Bien ha sostenido la Organización Mundial de la Salud “la atención segura del aborto es esencial para proteger la salud de las mujeres y las niñas en todo el mundo.”
Esto por supuesto nos pone en alerta, por las incidencias que pueda tener en México, -aún con sus otras lógicas y procesos sociales y legales que tenemos en nuestro país- y también en todos los países de Latinoamérica y el mundo entero, porque nadie puede ocultar el liderazgo que tiene Estados Unidos.
Y porque hoy ya sabemos, que nos gobiernan quienes se dicen ser de “izquierda” o se llaman de la “nueva izquierda” y “progresistas” pero no lo son, creo que son muy conservadores. Y porque tampoco podemos ocultar la muy frecuente instrumentalización de la violencia contra las mujeres, olvidándose que lo único que exigimos las mujeres es respeto a nuestros derechos, gobierne quien gobierne.
La sentencia sin duda impacta. Es muy doloroso y preocupante el retroceso histórico. Tristeza por la pérdida de una protección constitucional para las mujeres estadounidenses.
Cuánta falta hacen hoy mujeres como Ruth Bader Ginsburg.