Las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador sobre la quema de 25 Oxxos en Guanajuato y la explosión de vehículos en Jalisco desnudan a un presidente acobardado.  

Sólo hay dos posibilidades que explican porqué el presidente fue tan tibio y medido en su polémica mañanera: es rehén de los grupos criminales o es parte de la delincuencia organizada. No hay más.  

Su temor al no querer utilizar términos directos y de repudio en contra de los actos criminales y nombrar a las quemas como “protestas” llevan a pensar que Andrés Manuel le tiene pavor a los líderes de las bandas que se niega a reconocer.

Nadie podría pensar que se trata de respetar los derechos humanos, el debido proceso o una política de comunicación porque un día sí y otro también AMLO ocupa el paredón de Palacio Nacional para fustigar a periodistas, empresarios y en general a todo aquel que se oponga o contradiga sus ideas.  

Para los opositores siempre hay calificativos agresivos, a veces hasta denigrantes y señalamientos lapidarios, mismos que no se asomaron ni por error cuando se le cuestionó sobre la violencia desatada en Jalisco y Guanajuato.  

Los videos que vimos el martes y ayer por redes sociales donde los delincuentes prendieron fuego lo mismo a tiendas que al transporte público o a vehículos particulares no son protestas señor presidente, se llama terrorismo, así de fuerte como suena y si no me cree le comparto la definición de la Real Academia Española.

Terrorismo: Actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.  

Después de estas escenas el presidente seguirá con su política de “abrazos no balazos”, por desgracia, yo creo que sí, pues todavía suaviza sus palabras al decir que seguirían buscando detener a “presuntosdelincuentes.  

¿Presuntos?, ¿de verdad? Está más que claro que hay flagrancia, no presunción.  

Y a todo esto, ¿a quiénes detuvieron, soltaron a los capos ante los disturbios como sucedió en el caso Ovidio

Son dudas que causan miedo y que nada tienen que ver con la legítima protesta.

El charrito

Dicen que la verdad tarde, pero llega y ayer la Federación de Asociaciones de Charros, la que agrupa a mil 500 charros, los que en verdad representan al llamado Deporte Nacional, se quedaron con la cara de asombro al escuchar el nombre de Miguel Ángel de la Rosa Esparza

Susurros de, ¿ese quién es? y miradas para tratar de identificar a quién nombraban se dieron en la rueda de prensa donde estaba Luis Fernando Álvarez “El Pato”, campeón nacional, y uno de los charros más respetados del país

En ese evento se supo que en Atlixco y otras partes del estado existen escuelas de charrería reconocidas, sin embargo, el Instituto de Ciencias Ecuestres simplemente no aparece en el gremio.  

Miguel Ángel de la Rosa, recientemente convertido al antitaurismo, quedó como “charrito” ante la cúpula. Reducido a nada, casi a lo mismo que sus aspiraciones para ser candidato a la presidencia municipal de Amozoc

Y para rematar, hasta el presidente actual de su partido, Carlos Martínez, ya le mandó decir que no cuente con el PRD ni los involucre en su absurda aventura para sumarse a la iniciativa de Guadalupe Leal para prohibir las corridas de toros y las peleas de gallos, porque simplemente el sol azteca no le acompañará.