Durante todo su mandato, 4 años cumplidos, el presidente Andrés Manuel ha demostrado que no le importan los niños ni su educación ni su salud ni su entorno.  

Su desprecio hacia los menores bien podría deberse a que “ellos no votan” o quizá tenga otras razones para poner en riesgo todos los aspectos para lograr que México cuente en un futuro con grandes ciudadanos.  

Recientemente el presidente soltó una más de sus ocurrencias, que podrían ser anecdóticas si no fuera porque ponen en riesgo la vida y el futuro de nuestros niños y niñas.  

Adelantó que ha acordado con el gobierno de Cuba la adquisición de la vacuna Abdala no sólo para aplicarla a los adultos, como se realizará con los contenedores que llegaron el viernes pasado, si no también en menores.  

El biológico cubano no cuenta con la aprobación de la OMS y mucho menos la FDA.  

Además, los avances, resultados o riesgos tampoco están documentados en alguna revista científica como The Lancet.  

Entre las razones que han impedido su reconocimiento como una vacuna segura y eficaz para combatir la Covid están la falta de pruebas, el desconocimiento de posibles efectos secundarios, la revisión del estudio por pares y sobre todo que su proceso de elaboración no respeta los estándares de calidad que exigen los organismos internacionales.  

Este biológico, que se creó antes de la variante ómicron y requiere tres aplicaciones con un intervalo de 14 días, es el que quieren aplicarles a los menores en México. Además de Cuba, la vacuna se ha colocado a niños de Venezuela y Nicaragua.  

Nuevamente López Obrador pone en riesgo miles de vidas, las de nuestros niños, para privilegiar sus relaciones políticas con países cuyos mandatarios tienen más rasgos de dictadores que de demócratas.

Cuba no es la potencia científica ni médica que el régimen castrista quiso venderle al mundo, aunque existe la posibilidad de que la vacuna Abdala resulte eficiente y sin efectos secundarios para las niñas y niños de nuestro país, sin embargo, la apuesta es muy alta.  

¿Qué pasará si los efectos secundarios se conocen cuando ya se haya aplicado masivamente el biológico entre los mexicanos?, ¿Tiene sentido inyectar tres veces -con la enorme logística que eso requiere- una vacuna que no sirve para ómicron ni las nuevas variantes? 

Mientras López Obrador siga pensando cómo mantenerse “vivo” entre el electorado y todas sus puntadas sean para mantener la “estructura” que lo acompaña en sus marchas, las necesidades de los niños mexicanos, como medicamentos para combatir el cáncer, escuelas y educación de calidad, apoyo para la primera infancia y hasta su nutrición, seguirán como coleros.  

AMLO no sólo está destruyendo el presente de nuestro país, también el futuro.