Históricamente nuestro país se había distinguido por contar con una política exterior ejemplar. Conceptos como soberanía y el no intervencionismo eran la bandera sagrada. Y digo eran porque desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, nuestra diplomacia comenzó a tener la misma sutileza que un abrazo de elefante.  

La declaración de AMLO reconociendo que Pedro Castillo -el expresidente de Perú que está detenido y podría pasar 10 años en la cárcel- solicitó asilo, prendió las alarmas en ese país.  

Los congresistas peruanos incluso solicitaron -hace un mes- que López Obrador dejara de entrometerse en los asuntos de su país, reclamo que cobra mayor trascendencia tras conocerse que el presidente mexicano llamó al canciller, Marcelo Ebrard, para ordenarle que se abriera la puerta de nuestra embajada en Lima y que de esa forma Castillo tuviera un salvoconducto, que le evitara pisar la cárcel, luego que su rabieta de disolver el Congreso e imponer un estado de excepción se le reviró.   

La revelación de Andrés Manuel nos refleja la pésima estrategia que se está siguiendo en materia de política internacional violando una de las normas más sagradas: el no intervencionismo.  

La prisión preventiva de Pedro Castillo se suma a la de Cristina Kirchner, quien en Argentina aplicó políticas populistas que pusieron en bancarrota al país.  

De ahí que muchas personas en redes sociales, entre ellas el expresidente Vicente Fox, dejaron entrever que en un futuro, el actual mandatario podría correr la misma suerte que sus homólogos, ante la imposición de sus políticas populistas que terminan por dañar irremediablemente la economía del país y hasta causar la muerte de muchas personas por omisiones o falta de medicamentos en el sector salud.  

Y quizá en el fondo Andrés Manuel está consciente de ello y por eso en su mañanera de ayer comenzó a sembrar lo que podría ser su discurso de “defensa”.  

Al hablar de los motivos por los cuáles Castillo está preso hoy, López Obrador omitió los daños a su pueblo, su autoritarismo y hasta el intento por violar las garantías individuales de los peruanos. En contraparte lanzó una serie de disculpas: “Sí lamentamos mucho lo que sucedió porque desde que ganó, legal, legítimamente Pedro Castillo, fue víctima de acoso, de confrontación, no aceptaron sus adversarios, sobre todo las élites económicas, políticas de ese país, el que él gobernara, entre otras cosas… Nosotros hemos padecido de ese racismo, que no se debe de permitir en ningún lugar del mundo… Entonces, muy lamentable. Estuvo siempre acosado y lo fueron debilitando hasta que lograron destituirlo. Pero es la decisión que tomaron estas élites. Yo no creo que sea lo mejor para los pueblos”. 

Hoy en Perú, un amplío sector de la sociedad, exige cuentas a su expresidente, ¿sucederá esto en México un día

Veremos y diremos.