No acabamos de pasar la ola morada del 8M cuando una historia de explotación de mujeres de la Sierra Norte, con tintes de película, nos golpeó este jueves en Puebla.  

La tarde de ayer se informó que habían detenido a una mujer en el estacionamiento del Instituto Oriente. Los hechos causaron pánico entre los padres del colegio por los hombres armados que ingresaron al plantel y que después se identificaron como ministeriales.  

Conforme se conocieron los detalles del caso se descartó que se tratara de un secuestro, como inicialmente gritó la detenida.  

También se supo que se llamaba Lili y que era requerida por ser presuntamente responsable del delito de trata de personas, en la modalidad de explotación laboral.

Para que nos quede claro, Lili N. se encargaba de “traer” jovencitas, de los municipios de la Sierra Norte a la capital para que trabajaran como empleadas domésticas, ya sea en casa de sus vecinos, conocidos o en la suya.

Por menos de 2 mil pesos a la semana, ella se ofrecía a colocarlas en alguna casa, donde se le diera trabajo y estudio a cambio del trabajo de planta de las jóvenes.  

Y no, antes de que romantice la idea de que a esas muchachitas se les estaban dando oportunidades o que se les sacaba de la pobreza o que se ayudaba a las familias de estas víctimas, le recuerdo que en México la venta-renta de personas está prohibida.

La información -hasta el momento- señala que Lili N. habría sido denunciada justamente por una de estas adolescentes que trajo. La joven habría sufrido violencia psicológica, física y económica mientras trabajó por un par de semanas en la casa de Lili N.

La denuncia, después de 11 meses, habría prosperado y por ello se ejecutó ayer la orden de aprehensión.

El caso de Lili N. nos refleja que seguimos con una enorme deuda histórica en el respeto a las mujeres; que mantenemos el abuso a personas que viven en la sierra, en situaciones menos favorables; y que la justicia, para las mujeres, puede ser más expedita.

La historia que aún tiene partes para contar también debería llevarnos a preguntarnos si solamente Lili N., quien en su cuenta de Facebook colocaba fotografías sonrientes y con poses para la selfie, es la responsable del delito.   

¿No serían también quienes “rentaban” a las chicas para que trabajaran de planta en sus casas?

Esta semana hemos visto a las mujeres pintar las calles de verde y morado exigiendo respeto y derechos, ojalá este caso nos ayude a visibilizar que todos tenemos mucha tarea para alcanzar una sociedad más justa y libre de violencia.