Para Baudelaire hay una analogía entre las artes, una especie de correspondencia unívoca. Influido por la pintura Delacroix y por la música de Wagner, explica que las diversas artes pueden ser capaces de transmitir emociones afines y relacionadas. De esta forma afirma que "la mejor reseña de un cuadro podrá ser un soneto o una elegía". Bajo esta idea, las artes aspiran a reforzarse en forma recíproca.
Si bien he tenido la oportunidad de ir muchas veces al Centro Cultural Tres Marías (CC3M), no conocía la nueva sala en que alberga cuadros de Diego Ramos.
Desde el camino que conduce a la sala me impresionó el poder cautivador del cuadro de un paseíllo con el que inicia la exhibición de la obra del pintor colombiano. Brochazos gruesos, imágenes difusas atiborradas de luz y movimiento.
Diego Ramos se cuenta entre esos artistas que se esfuerzan por recrear ese tejido de relaciones donde el toreo y la pintura se entrelazan.
Un diálogo inter-artístico. Una obra con un carácter sugestivo que evoca sentimientos y colores que se corresponden. Las modificaciones de los tonos y de la luz intensifican el signo vibratorio de lances y pases. La pintura de Ramos expresa también la esperanza de que los momentos efímeros se repitan en su misma intensidad.
Octavio Paz reflexionó sobre la correspondencia entre las artes que propone Baudelaire y asevera: "La analogía es la función más alta de la imaginación, ya que conjuga el análisis y la síntesis, la traducción y la creación. Es conocimiento y, al mismo tiempo, transmutación de la realidad".
Diego Ramos crea un puente entre lenguajes distintos: el toreo y la pintura. Ilumina una corrida de toros con su espíritu y proyecta su reflejo para que el alma del observador recreé las emociones vividas por el artista.
De acuerdo con Baudelaire, una obra de arte tiene un poder mágico de recuperación, algo así como una mnemotecnia de lo bello porque evoca las sensaciones que el artista –en este caso el pintor– intenta eternizar con un lenguaje que hable al recuerdo.
El espectador, por su parte, recupera impresiones similares siguiendo un movimiento análogo.
Sentí un sobresalto ante un cuadro de Ramos que evoca una verónica de Morante. El toreo y la pintura como una expresión estética que escudriña el misterio de la vida. Baudelaire decía que el artista es "un alma colectiva que interroga, que llora, que espera, y que, en ocasiones, adivina".
Para Diego Ramos las escenas de una corrida de toros son fuente de inspiración. Crea una expresión artística que construye analogías con lo vivido en el ruedo y de esta manera promueve que las sensaciones se multipliquen y se vuelvan más sofisticadas.
Tengo la impresión que es consciente de la imposibilidad de representar lo que sucede en la plaza; incluye, entonces, movimiento en su pintura, hace que el cuadro sea movimiento.
Hay un vaivén en las pinceladas de color y en los reflejos de luz, así como una especie de espectro en las formas.
Traduce los aspectos cambiantes de una faena, como si reconociera que las sensaciones no son captables como algo tangible o permanente.