Todos los mexicanos anhelamos un país donde haya seguridad, justicia, oportunidades de desarrollo para no salir a buscarlas en otras partes; sistemas de salud eficientes, transporte e infraestructura básica, educación para nuestros niños y jóvenes, abasto de agua, un medio ambiente sano, ríos y mares limpios.
Y cada seis años tenemos la oportunidad de elegir a quien nos guíe en esta enorme tarea de transformar la realidad, para lograr el México que queremos y lo que muchos anhelamos.
Pero, desde que tengo uso de razón, considero que hemos cometido el error de buscar a un superhombre, porque no ha habido mujeres, que tenga todos los atributos y la sabiduría para resolver nuestros problemas, a tal grado que muchas veces olvidamos la parte que nos corresponde hacer, y esto lo digo porque también tenemos una gran tendencia a exigir derechos sin afrontar responsabilidades.
De esta forma estamos llegamos al 2024, en donde tendremos que elegir presidente o presidenta de la república, 9 gobiernos estatales, los representantes de la cámara de diputados y senadores, así como miles de cargos municipales. Y, la primera transformación que observamos ya, es la amabilidad de muchos actores políticos y un incremento notorio de cercanía con el pueblo y las instancias de decisión. Grandes esfuerzos se hacen actualmente para lograr empatía con los ciudadanos.
El México que hay que transformar hoy, tiene altos niveles de pobreza desde hace más de 30 años, un gran deterioro de sus recursos naturales, altos niveles de inseguridad pública con violencia notoria, migración creciente e importaciones alimentarias aumentando, escasez de agua potable, reducción crítica de sus fuentes de agua y escasos niveles de tratamiento de residuos sólidos y aguas residuales.
Es un país con 199 mil centros de población, con más de 120 millones de habitantes, 57 grupos étnicos y una gran dispersión poblacional que limita la atención de los servicios públicos. En los centros urbanos hay grandes problemas de movilidad y crecimiento desordenado o incontrolado.
Este México padece también, desde hace mucho, el problema de la alta rotación de funcionarios públicos que complica el seguimiento y evaluación de las políticas y programas, agravado por problemas de coordinación interinstitucional que se acentúan por cuestiones ideológicas o competencia política.
La planeación real ha sido abandonada y la atención de los problemas se ha ido postergando. Aunque se hagan ejercicios de escuchar a la población y de integrar diagnósticos desde las comunidades, desde abajo hacia arriba, lo cierto es que los criterios centralistas y la falta de recursos para atender tantas necesidades, termina por imponer presupuestos insuficientes con dificultades para su aplicación regional.
El simple ejercicio de identificar los problemas, enlistarlos, clasificarlos por su importancia o urgencia, cuantificar su costo, definir un plazo de atención y establecer etapas con los recursos disponibles, es algo raramente visto. Cada quien quiere salvar su periodo, atender lo electoralmente rentable, lo que más luce socialmente y pasar a la historia como el mejor. Obras que no lucen políticamente, aunque sean prioritarias, no se hacen.
Se ha hecho costumbre ignorar lo realizado previamente y no hemos desarrollado la cultura del reconocimiento para aceptar que otros han hecho mejor las cosas que nosotros y no hemos tenido el tiempo para ver casos exitosos, soluciones en otras partes para adoptarlas a nuestras condiciones.
El presupuesto nacional se ha aplicado con un alto criterio centralista, con alta tendencia hacia lo asistencial, sin considerar el apoyo al fomento productivo. Los apoyos sociales solo medio contienen la pobreza, pero no la resuelven, son si acaso creadores de bienestar, pero no de riqueza. Para esto se requieren acciones de apoyo a los sectores productivos.
No se critica ni se cuestiona al gobernante porque no pueda resolver todo. Se le reclama que habiendo conocido la problemática y prometido resolverla, no lo haga. Se le reclama más cuando en lugar de aceptarlo, empieza a buscar culpables y justificaciones.
Los problemas y necesidades de la población no tienen colores partidistas. Por eso es reprobable que muchos problemas dependan de afinidades ideológicas para ser atendidos. El gobernante debe atender a todos porque es su representante máximo.
Comúnmente se desconoce que las transformaciones sociales no las hace el gobernante y no son tan rápidas para verse en un sexenio. Las transformaciones las hace la gente, guiadas y apoyadas por el gobierno cuando este escucha a quienes tienen el problema y se apoya aquello que es la necesidad real, no solo el deseo. Cuando escuchas, das una atención y algo aprendes.
No se puede apoyar a una comunidad en donde no sabemos a qué se dedican y qué quieren hacer. No se pueden seguir haciendo obras, ni diseñando programas o apoyos que nadie ha pedido. No es lo que yo supongo que necesitan, es lo que la gente o la realidad dicen. Si quieres ayudar a alguien, pregúntale cómo, según recomienda Paul Pollack en su libro “Cómo eliminar la pobreza”.
En materia productiva, hemos observado que los niveles de pobreza existentes han provocado la necesidad de diseñar programas donde se privilegian los apoyos económicos y materiales sobre los servicios técnicos o apoyos intelectuales. Por eso los gobiernos, de todos los colores, abandonan la capacitación y asesoría técnica. Pero los apoyos otorgados sin capacitación y asesoría se han perdido, lamentablemente, sin lograr transformación alguna.
Doce años de mi vida profesional estuvieron equivocados pensando que realmente iba yo a enseñar algo a las personas. Incluso, mi lenguaje era elevado para mis audiencias y decía “vengo a enseñarles, les vengo a ayudar”, sin tener ningún resultado. Solo cuando cambié mi nivel de lenguaje y dije “vengo a ayudarles, vengo a aprender junto con ustedes”, se empezaron a ver resultados.
Hoy es un gran orgullo ver cómo los poblanos han hecho transformaciones productivas en el cultivo de bambú, praderas, aprovechamiento del agua, agave mezcalero, nogal de Castilla, manzana, tejocote, bosques de caoba y cedro rojo, árboles de navidad, pitahaya, cría de búfalos de agua, unidades de manejo de fauna, entre otras actividades económicas.
Para transformar el México que queremos, solo necesitamos un líder o lideresa con un discurso inteligente, que sepa escuchar, que tenga capacidad para conciliar y unir a los mexicanos, que le de valor a la planeación y que tenga voluntad para resolver los problemas, que reconozca la importancia de la participación social y que no tenga el deseo de la gloria personal sobre el interés nacional.