Con más de mil 500 kilogramos de carne bovina por hectárea al año, una experiencia brasileña de Diego Parodi, en el estado de Mato Grosso, es un gran referente de innovación pecuaria en las zonas tropicales de Latinoamérica. Este ejercicio se basa en una buena genética, la producción tecnificada de forrajes y un mejor manejo del ganado, según publica AgroTv.com.

En una región tropical de 2 mil 600 milímetros de lluvia anual, distribuida en siete meses y suelos ácidos, semejante al trópico húmedo mexicano, se hicieron correcciones con sustratos cálcicos para reducir toxicidad y aumentar el sistema radicular de las plantas forrajeras que han llegado a tener niveles de 19 por ciento de proteína.

Asimismo, la adopción de cruzamientos de la raza cebú Nelore con Angus y Hereford que originan Brangus y Bradford, respectivamente, ha sido también la base de la genética para estos resultados. Las razas cebuínas predominan en el 90 por ciento de la ganadería tropical en Brasil y en el continente americano. Estos cruzamientos permiten que los animales alcancen el peso de mercado entre 35 y 45 días antes que las razas cebuínas puras.

La cantidad de ganado por hectárea es cercano a 2.5 - 3 vacas como carga instantánea con tiempos de pastoreo de siete días, casi el doble de lo que se hace tradicionalmente. Además, se aprovechan al máximo los picos de producción de acuerdo a las condiciones climáticas y se conservan los excedentes forrajeros para la época de secas.

Coloaterior,se obtienen becerros al destete con sobrepeso de 50 kilos, y vacas con más de 100, sobre los promedios tradicionales actuales. Las ganancias de peso de los animales son de 800 gramos diarios y la rentabilidad de la unidad productiva pecuaria alcanza los mil 600 reales por hectárea contra mil y mil 200 de la soya y el maíz, respectivamente. La producción de carne a base de forrajes y en pastoreo, es una tendencia que viene creciendo en el mundo.

Aunque no se omite destacar que la unidad productiva de la que estamos hablando es de 2 mil 600 hectáreas con precipitaciones extraordinarias, tampoco es el propósito hacer alguna comparación con nuestras condiciones y experiencias. Sirva este ejemplo, para tener una idea del potencial productivo que existe en los trópicos húmedos y secos de México, que en conjunto suman casi 50 millones de hectáreas.

Pero también debe servir para revisar y hacer una autocrítica a lo que hemos venido haciendo desde la formación de recursos humanos en las universidades y centros de investigación. Todavía seguimos con la enseñanza parcializada y desarticulada de la zootecnia, en la que se enseña la producción de forrajes, los bovinos lecheros, los bovinos de carne o la medicina veterinaria sin el concepto integral de unidad productiva y menos aún, de cadena productiva.

No hemos sido capaces de aprender que los forrajes son cultivos y que la base de la ganadería es la agricultura. Esto porque nos acostumbramos a pastorear en tierras naturales y montes a muy bajo costo económico y se nos hizo tarde para transitar a la producción de forrajes con técnicas agronómicas.

Consecuentemente, la productividad ganadera tradicional es muy baja con un alto costo ecológico sobre los recursos naturales de agua y suelo. Esta ganadería en la que predomina la producción de autoconsumo y de subsistencia incluye al 80 por ciento de las unidades productivas pecuarias en donde la capacitación, asistencia técnica, tecnificación, financiamiento y agroindustria, son difíciles de atender por su tamaño reducido y escasa organización de productores.

Las importaciones de carne bovina representan la mitad de nuestro consumo nacional y su producción en los trópicos mexicanos no supera los 150 kilos por hectárea,  con grandes dificultades por la calidad genética del ganado, la falta de forrajes en la época seca, escasa infraestructura de manejo, ausencia de técnicas reproductivas, plagas y enfermedades, entre otras.

En México, mucha actividad ganadera todavía se hace con los residuos de las actividades agrícolas y agroindustriales. En el sur de Puebla y las Mixtecas, el ganado se va a los montes durante la época de siembra y regresa a las comunidades al término de la época de lluvias para alimentarse de los residuos después de levantadas las cosechas.

Las políticas públicas han estado ausentes en la ganadería porque la atención de los cultivos básicos requiere de importantes cantidades de recursos y ya no queda para atender otros productos, al margen de que, en muchas ocasiones, se considera que los ganaderos son un sector pudiente que debe cubrir sus propias necesidades.

Por ello, la experiencia brasileña que nos ocupa nos deja como lección la importancia de integrar la genética, el aspecto agronómico en la producción de forrajes y la mejora del manejo genético, reproductivo, tecnológico y administrativo de los recursos disponibles.

Además, nos invita a reflexionar sobre la formación de nuestros recursos humanos como líderes tecnológicos que guíen el desarrollo productivo y de la implementación de políticas públicas más pertinentes a las necesidades del sector.

¡Muchas gracias Diego Parodi!