En los últimos 10 días, tras la ampliación que hizo Morena para revelar el nombre de sus nueve coordinadores estatales, hemos caído en la trampa de creer y querer, olvidando que otra cosa será.
Me explico.
Mucha tinta ha corrido en estas dos semanas. El desgaste en redes sociales para las corcholatas y los punteros ha sido enorme. Ambas acciones reflejan una lucha brutal entre lo que creemos y lo que queremos los poblanos.
Y hablo en plural porque lo mismo ha sucedido en medios de comunicación que en las mesas de los políticos, las reuniones empresariales, los encuentros de organizaciones y hasta las citas informales de ciudadanos.
El tema es y ha sido una discusión larga y a veces tendenciosa sobre lo que unos creen y lo que otros quieren, pero voluntaria o involuntariamente hemos dejado a un lado lo que sí va a ser.
Lo que veremos mañana a las 18 horas será ese primer elemento que siempre estuvo, como el elefante, en el centro de la sala: la única voluntad de un hombre, de Andrés Manuel.
A unas horas de que conozcamos, no al ganador de las encuestas, ya bastante amañadas con eso de la “ponderación”, si no a la persona que será el Coordinador de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación para el Estado de Puebla, debemos recordar que esa designación depende sólo de una voluntad.
Esa voluntad, que reside en el Palacio Nacional, será quien termine por decantarse por un puntero, un amigo o una mujer. Realidades y cualidades de los suspirantes, salen sobrando.
Ni más ni menos.
Neri y Daniela, dos casos inquietantes
Pocas veces dedicamos este espacio a temas de inseguridad, sin embargo, los recientes casos de las niñas Neri y de Daniela obligan a voltear la mirada.
Daniela de seis años fue víctima de feminicidio, sus abuelos están detenidos por su presunta responsabilidad.
Neri S. tiene siete años, desapareció hace tres meses, pero sus padres, también detenidos, quisieron hacerle creer a las autoridades que se perdió recientemente en un desfile de Catrinas.
Ambos casos deberían estar atrapando la atención pública y no sólo esa, también la de instituciones, organismos y hasta organizaciones civiles que velan por los derechos de los niños, niñas y adolescentes.
Es cierto que la CEDH, por ejemplo, no tiene las facultades de llegar a las casas y revisar que se estén cumpliendo a cabalidad los derechos de los infantes, pero seguramente sí existen atribuciones que le permitan informar qué hacer ante los casos de violencia contra menores.
Lo mismo sucede con agrupaciones que tienen perfectamente identificadas las violaciones más comunes a los derechos de los niños, así como la falta de atención a grupos vulnerables o en riesgo.
Si hoy no trabajamos por cuidar a nuestros niños, difícilmente esos menores podrán el día de mañana ser ciudadanos ejemplares.
Aunque las obligaciones son responsabilidad de los padres o tutores, la tarea de cuidar a los más pequeños es de todos los poblanos.