El domingo pasado, mientras me dirigía rumbo al Teatro Degollado para asistir al cierre de la temporada 2023 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco, me topé con una manifestación animalista.

Eran alrededor de 35 personas, todos uniformados de negro, con letreros de "liberación animal" y que gritaban consignas en contra de los seres humanos. 

No era una manifestación antitaurina, pero con lo que ha pasado en las últimas semanas con la Plaza Nuevo Progreso, me sentía especialmente sensible hacia aquellos que atentan contra las libertades.

Resulta que era el día de los derechos de los animales (sic) y los manifestantes exigían modificaciones de leyes para acabar con las granjas industriales y otras actividades donde se relacionan hombres y animales.

En el altavoz, uno de los líderes gritaba: "El sufrimiento de un animal no es solo moralmente reprobable, sino injusto. La causa de ese daño es el actuar de los seres humanos y por ello tenemos la responsabilidad de corregirlo. Tenemos obligaciones de justicia hacia los animales".

Me da la impresión de que la sociedad mexicana no se ha percatado del peligro que representan estos grupos. Cuando hay ataques a las corridas de toros no se dan cuenta que, para ellos, los toros son solo una batalla pequeña.
 
Propone dotar de la misma justicia y protección moral a los no-humanos que a mujeres y hombres. El objetivo del animalismo es la abolición de lo que ellos llaman "explotación animal", es decir, de todo aquello que no equipare a los animales no-humanos entre ellos y con el ser humano.
 
Ya en 1991 el profesor Charles S. Nicoll del departamento de biología de la University of California escribió en el journal Physiologist que los animalistas atacaban a la ciencia, a la investigación, a la industria alimentaria y amenazaban la supervivencia humana. Esto ha ido en aumento.
 
Sin darse cuenta, la sensibilidad de la sociedad lo ha mezclado con otros movimientos como "la cultura de la cancelación", "el buenismo", el "wokismo", "lo políticamente correcto" y se ha convertido en un riesgo real para la humanidad.
 
En España, el pasado martes 12 de diciembre, una veintena de organizaciones firmaron la Declaración de Santander contra el Animalismo.
 
Con claridad establecen que si sigue avanzando la ideología del animalismo los resultados serían catastróficos para la sociedad. 
 
Supondría el fin de la identidad cultural occidental, porque el antiespecismo pretende acabar con todo lo que ponga al ser humano en el centro.
 
Implicaría el fin de los ecosistemas, de las religiones monoteístas y acabaría con la gastronomía, con el sector pecuario, además de todas las actividades relacionadas de alguna manera con los animales.
 
La Declaración explica: "El animalismo y el antiespecismo son ideologías que no buscan lo mejor para los animales, aspiración con la que todos estamos comprometidos, sino igualarlos a los hombres, algo contrario a la naturaleza de ambos y su distinta dignidad".
 
El manifiesto se puede firmar en la siguiente liga:  Declaración de Santander
 
Un escrito que condena los intentos de uniformar el pensamiento y que invita a las autoridades a legislar para preservar la pluralidad de tradiciones, elementos culturales, económicos y ecosistemas que cuiden la ecología y nuestra relación con la naturaleza. 
 
Un paso importante en la concientización de la humanidad que aún no se da cuenta que está en riesgo por la neo-religión del animalismo.