Para el filósofo británico Roger Scruton la belleza es un recurso esencial con el que convertimos el mundo en nuestra casa. De esta manera, ampliamos nuestras alegrías y encontramos consuelo para los sufrimientos. Scruton también considera que gracias a la belleza nos llegamos a entender como seres espirituales.

El británico concibe la belleza desde una concepción platónica, como una llamada desde otro mundo, una salida de la caverna a la luz.

Esa belleza estimula en el alma el recuerdo de su origen y nos hace ver que los seres humanos somos peregrinos en camino hacia el más allá. 

Kant tenía una visión similar, para él la experiencia de la belleza nos conecta con el último misterio del ser y nos pone en presencia de lo sagrado.

Scruton desarrolla su concepción estética en la arquitectura. Por lo tanto, para él, toda construcción debe tener como punto de referencia un uso implícito de lo divino.

Un edificio nos debe recordar que estamos juntos. El filósofo explica que la verdadera arquitectura va más allá de la construcción, la idea es transformar un mero hábitat en una habitación duradera.

En México, en el inicio de la década de los cuarenta, Neguib Simón Jalife quiso dejar huella y transformar la ciudad de México a través de la construcción de una obra magnánima: La ciudad de los deportes.

El empresario yucateco de origen libanés compró un predio de más de medio millón de metros cuadrados en las contornos de Mixcoac para implementar su utopía.

Proyectó la construcción de una plaza de toros, un estadio de futbol, frontones, albercas, boliches, canchas de tenis, arenas de box, restaurantes y cines.

Hace setenta y siente años se inauguró la primera obra del pensamiento onírico de Simón: La Plaza de Toros México, un referente que puede verse desde el avión cuando un visitante se aproxima a la capital de México y que ha transformado a miles de personas que, después de las emociones que ahí han vivido, no volvieron a ser los mismos.

La obra de Neguib Simón converge con algunos conceptos arquitectónicos de Roger Scruton. La estética de un edificio es, en esencia, la belleza de la vida cotidiana.

La arquitectura se distingue de otras formas de arte porque tiene un sentido funcional, un carácter público e impersonal y por su continuidad con las artes decorativas. 

La Plaza México es el resultado del ingenio y el esfuerzo de muchos mexicanos por darle forma a un proyecto de tal dimensión.

Una obra monolítica de hormigón armado, con un ruedo que se encuentra por debajo de las calles contiguas y rodeada por esculturas del maestro valenciano Alfredo Just. 

Los aficionados hemos vivido las últimas semanas con una rara intensidad. Las noticias de la reapertura-suspensión-reactivación, se entremezclaron con la emoción de regresar a la plaza y con el malestar por la violencia y el vandalismo de los antitaurinos.

Y a pesar de que los conceptos jurídicos hayan eclipsado lo taurino, mientras me preparo para tomar carretera y viajar a la CDMX, se echa a volar mi imaginación. Recuerdo faenas, lances, pares de banderillas, estocadas,  aguaceros… Momentos que me han transportado a las más diversas sensaciones.

Pienso en Neguib Simón y en la visión trascendente de la belleza… Platón veía la belleza como un llamado de otro mundo. Por eso para Roger Scruton la estética de la arquitectura no está solo en el edificio, sino en la filosofía de la percepción.

Para Scruton la experiencia de la arquitectura es imaginaria, no porque no sea real, sino porque es la imaginación la que une la sensación con el concepto, es decir, lo que percibimos y lo que conocemos de un edificio.

La utopía de Neguib Simón le ha dado forma al mundo de muchos de nosotros y nos permite entender nuestra naturaleza como seres espirituales.