El agave mezcalero en sus diferentes especies, se encuentra en forma natural en la selva baja caducifolia de las mixtecas de Puebla, Oaxaca, Guerrero y Morelos, en 40 mil kilómetros cuadrados, de 260 municipios, en donde viven 2.5 millones de personas.
Por décadas se ha utilizado la piña cocida del agave como golosina masticable, materia prima para elaboración de mezcal o destinarse a hacer jarabe y azúcar. De las hojas se obtiene fibra textil, agujas y pulpa como jabón natural. La inflorescencia proporciona postes para construcciones rústicas y flores comestibles. Los residuos del proceso del mezcal son fibras para alimento de ganado y abono para la tierra.
El agave es una planta muy resistente a la sequía y una gran opción contra el cambio climático. Su maduración en el monte tarda entre 4 y 10 años, con un promedio de 7 y se ha obtenido tradicionalmente de manera silvestre, casi sin ninguna práctica agrícola. Cuando se cultiva, su maduración puede adelantarse al tener mejores condiciones de humedad y nutrientes.
A partir del año 2000 se estableció en Puebla el fomento del agave como política de gobierno. Se inició así la promoción de su cultivo y tecnificación agroindustrial que, actualmente, sigue impulsando con gran acierto el Gobierno Presente de Sergio Salomón Céspedes.
Con el propósito de contribuir a mejorar la producción sustentable del agave y transitar hacia un desarrollo sostenible de su cultivo, en el Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas (CIAT) Puebla, hemos integrado el Manual Básico de Técnicas de Cultivo del Agave Mezcalero en las Mixtecas, México, en el que compartimos ideas sobre algunas prácticas agroecológicas necesarias para mejorar su productividad y la recuperación de los ecosistemas.
De acuerdo con los intelectuales socioeconómico-ambientales, una producción sustentable es la etapa de adopción de prácticas de uso racional de los recursos para lograr un nivel de desarrollo sostenible, etapa en la que los recursos naturales ya no están en riesgo.
Según diversos productores e investigadores, para su plantación en el campo, la plántula de agave debe tener un promedio de 15 hojas verdaderas y una edad no mayor a 22 meses. La densidad de plantación varía de 2 mil a 4 mil plantas por hectárea, pero en el Espadín puede ser de 2 mil 600 a 3 mil; en Tobalá 3 mil 500 a 4 mil y, 2 mil para Cupreata y Pichomel.
El agave es un cultivo como el maíz y el frijol: siempre que sea posible se recomienda roturar o subsolear la tierra a distancias de 1 metro, y 50 centímetros de profundidad. Con esta práctica se aumenta hasta un 100 por ciento la capacidad de absorción y aprovechamiento de la lluvia, con grandes mejoras en el desarrollo de la raíz de los cultivos.
Con experiencias obtenidas en maíz en San Jerónimo Xayacatlán y Acatlán, en Puebla, la roturación incrementó el doble de rendimiento. En Tetela de Ocampo, Puebla, las plantas de manzana que se pusieron en suelo roturado, crecieron en un ciclo 120 centímetros contra 60 en el no roturado.
Los residuos de cosecha, incluidas las hojas y fibras del proceso de elaboración de mezcal, son la ropa de la tierra que guarda la humedad. Su descomposición devuelve los nutrientes requeridos para los próximos ciclos de cultivo. Por ello, es necesario dejarlas o devolverlas para incorporación al suelo.
Esta práctica junto con eliminación del barbecho, incorporación de semillas mejoradas, siembra de precisión y biofertilizantes, incrementó los rendimientos en sorgo de temporal, de 4 a 9.5 toneladas por hectárea, en 10 años, en la región de Tepexco, Puebla. Es muy recomendable también, agregar al terreno abonos de ganado y compostas para mejorar el suelo, aumentar su capacidad de retención de lluvia y mejorar su fertilidad.
Se recomienda fertilizar con una fórmula básica de Triple 17 con microelementos en cantidades de 200 kilogramos de abono (4 bultos de 50 kilos) y adicionar una dosis de biofertilizantes Azospirillum (bacteria fijadora de nitrógeno) y Micorriza (hongo desarrollador de raíz). Esta combinación aumenta la eficiencia en el uso de fertilizantes y la resistencia a la sequía, derivado de un aumento en el volumen de raíz de casi 4 veces, mejorando así la producción de piñas.
Si es posible, se recomienda también hacer surcos para la plantación, plantar en el fondo y luego aterrar para que la lluvia no esté en contacto con la base de las plantas. Además, se sugiere adoptar el contreo, es decir, poner topes en los surcos cada cierta distancia para maximizar la captación del agua de lluvia.
Hasta donde se pueda, en las laderas se deben hacer zanjas, excavaciones o barreras de piedra acomodada en forma perpendicular a la pendiente para retener la lluvia. En maíz, hacer zanjas de este tipo aumenta el rendimiento en un 100 por ciento, según experiencias conocidas en El Salvador.
En los primeros 3 a 4 años de plantado, el agave es posible cultivarlo entre las camas con diversas especies como frijol de mata, calabaza zampola y tamalayota, ajonjolí, cacahuate, frijol vigna o chícharo de vaca, sandía, melón o chilacayote, para obtener alimentos, ingresos y materia orgánica para el suelo.
Finalmente, debido a la gran necesidad de leña para el cocimiento de las piñas en el proceso de elaboración de mezcal y la preferencia del mezquite para este fin, se recomienda promover la reforestación con esta u otras especies semejantes, para el abasto y para revertir el deterioro de los ecosistemas.