Un importante número de militantes y simpatizantes poblanos, de todos los partidos, se encuentran furiosos con las designaciones de candidatos y candidatas.

Algunos de los entripados están más que justificados. La colocación de perfiles que sólo responden a intereses personales o cuotas, excluyendo a quienes desde hace años trabajan en tierra, es una realidad. Lo es en Puebla, lo ha sido en la Ciudad de México y en el resto del país.

Y aquí no le pongo color al tema porque lo mismo sucede con panistas que con morenistas, con priistas que con verde ecologistas.

Desde que comenzó -oficialmente- este proceso electoral, se tenía claro que la cantidad de interesados en hacerse de una candidatura a diputación federal, a la local, a una regiduría, a la alcaldía, etcétera, sería descomunal. En promedio, diez personas ansían la misma candidatura, es decir, que 9 quedarán sin ella y aunque en algunos casos la operación cicatriz funcionará, en muchos, definitivamente no sucederá así.

Una de las razones que aumentan el encono de las y los suspirantes es la opacidad con la cual se realiza la designación de candidaturas. Por el lado de Morena, el tema de las encuestas está más que cuestionado. En frente, los panistas han levantado la voz para acusar imposiciones así como la “entrega” de plazas icónicas para el blanquiazul.

En este mismo sentido, algunas de las reuniones “oficiales” de las asambleas o la Comisión Permanente se han realizado a espaldas de la militancia o sin invitar a quienes, por reglamento, deberían estar presentes.

Ante este agandalle y la opacidad es más difícil lograr la conciliación y si bien algunos de los dolidos se disciplinarán, quienes perdieron las candidaturas serán los adversarios más peligrosos, no sólo porque se merma el apoyo a quienes finalmente se ostentarán como candidatas y candidatos, si no también porque el día de la elección se podría observar el verdadero resultado de una operación de brazos caídos. Y ya sabemos qué es lo que sucede cuando simplemente se deja de hacer.

Otro frente que se abrirá será la desbandada de morenistas y panistas que renunciarán a sus partidos de origen para chapulinear y hacerse de la candidatura que quieren, ahora por las siglas de quienes originalmente eran sus adversarios.

Aquellos que logren colarse a estas candidaturas también serán un riesgo para los partidos de donde salieron, lo mismo conocen las estrategias de su partido de origen, que sus debilidades.

Las últimas listas de candidatos, a diputados locales y a presidencias municipales, serán dinamita pura. En Morena lo saben y por eso insisten en llevar una y otra vez al límite, la revelación de los nombres.