Muchas fueron las causas que generaron la catástrofe o hecatombe electoral sufrida por la coalición de los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD).

Claro, el más perjudicado de los tres institutos políticos, es claramente el PAN.

Muchos fueron los factores de la estrepitosa derrota de Eduardo Rivera Pérez por la gubernatura.

Claro, el mayor de ellos es que nunca pudo alcanzar la amplía ventaja que desde un principio tuvo Alejandro Armenta Mier, por una estrategia que ahora se sabe mala.

Pero también, a diferencia de Armenta, donde su equipo trabajo coordinado de principio a fin con una sola meta, en el de Lalo, había desorganización, manos caídas, soberbia, golpes bajos y una especie de guerra civil.

Por ejemplo, nunca fueron superadas las diferencias entre Augusta Díaz de Rivera “Titi” y su secretario general, Marcos Castro.

Se dice que incluso, en todo momento Titi aprovechaba para ponerle el pie al emisario de Eduardo Rivera, quien tenía que andar componiendo lo que se descomponía.

Por ejemplo, dicen que cuando llegaba a operar a las mesas panistas en distintas zonas del interior del estado, salían las mismas en pleito y luego Marcos tenía que subsanar.

Lo cierto es que el trabajo de la presidenta estatal del PAN, nunca se vio, ni siquiera ella en campaña, sólo saliendo cuando había mítines en la zona conurbada y muy de vez en cuando al interior del estado.

Pero una vez que se supo la tragedia, Titi sintió feo que en la rueda de prensa donde reconocieron la derrota, los panistas presentes empezaron a gritar “¡Marcos, Marcos!”, como un reconocimiento y no a ella.

Cosechó.

Por eso, minutos después, tuiteó increíblemente que Eduardo Rivera debería tomar las riendas del PAN en Puebla.

Claro, se le olvidó que aún es presidenta del partido y que debe ser imparcial.

Pero las ansias que le surgieron fueron mayores.

También ahora hay muchas dudas al interior panista de cómo manejó los 11 millones de pesos que había de recursos para la propaganda política que debía bajar en los municipios.

La presidente, al parecer, determinó que se iba a entregar ese recurso en especie, por lo que su equipo encabezado por Daniel Solís, determinaba a los proveedores de toda propaganda, para después llevarla a los municipios.

Hasta el momento, nadie sabe a quiénes contrató y por cuánto.

Lo cierto, es que mucha de dicha propaganda se quedó guardada en las bodegas del PAN.

Por ejemplo, en una ocasión el mismo Lalo Rivera, se molestó al llegar a un mitin y ver solo banderas priistas y una que otra perdida del PAN.

La excusa fue que estaban guardando bolsas completas de banderas panistas, supuestamente para el cierre de campaña.

Le hubieran copiado la estrategia del PRI, que en cada evento, daba las banderas y al final las recogía para reciclarlas en posteriores mítines, pero ese es un ejemplo de que no se les prendía el foco en el PAN estatal.

Ahora, ante la falta de operación política, están cosechando el mal trabajo.

Se vienen álgidos días en el PAN.

Después ya le contaremos del PRI.

Tiempo al tiempo.