“Se pueden quedar ahí todo el tiempo”, así con esa frescura, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, “autorizó” a los ejidatarios de Santa Rita Tlahuapan a mantener el bloqueo de la autopista México – Puebla, que hasta anoche sumaba 38 horas sin ser transitable.
En menos de cinco minutos, el presidente también culpó del caos vial, generado con dos improvisadas casetas, unas piedras y unos palos, a “un abogado muy oportunista”.
Las acusaciones, desde la Mañanera, la rueda de prensa que tiene retransmisión nacional, se dieron, como acostumbra AMLO, sin dar nombres ni precisar las pruebas en contra del presunto abogado pueblerino.
Sobre las afectaciones a quienes han quedado varados en una de las vías de comunicación más importantes para llegar a la Ciudad de México, dijo poco: “Y ofrecer nada más una disculpa a los transportistas y buscar vías alternas”.
Así, con esa “disculpa” el presidente considera que las afectaciones económicas, de salud y hasta de recreación serán “olvidadas”.
Y si usted pensaba que el presidente llamaría al orden, solicitaría aplicar la ley o simplemente hacer mesas de diálogo para convencer a los ejidatarios de buscar soluciones, déjeme contarle que López Obrador decidió que “los campesinos no van a ser reprimidos”. Y con estas palabras reiteró que las afectaciones a quienes pagan las casetas simplemente pasan a segundo plano.
Tras escuchar las declaraciones del presidente uno puede entender porque cualquier hijo de vecina, por cualquier inconformidad, sea para que busquen a un desaparecido, revisen adeudos o para que liberen a un presunto huachicolero, puede reunir a 10 cristianos y fastidiar por días a quienes osan atravesar la autopista.
Además de las pérdidas económicas que representa estar varado por más de 40 horas en una vialidad, el riesgo de sufrir un asalto violento en la madrugada es real. En esta columna hemos denunciado hasta el cansancio las acciones de delincuentes que ponchan llantas para robarle la paz a los automovilistas.
Pero esas realidades están muy lejos de inquietar el sueño de quien reposa en Palacio Nacional.
El mal ejemplo del plantón de Reforma, que paralizó la actividad económica de esa avenida, en la capital del país en el 2006, hoy es replicado en cualquier carretera y cuenta con el aval del hombre que debería pugnar por la legalidad.
Con estas acciones, con estas declaraciones, con esta falta de gobernabilidad no sorprende que cada día más y más empresas internacionales cuestionen si México es el mejor país para invertir. La falta de certeza jurídica, de un Estado de Derecho y hasta la ausencia de la protección del libre tránsito hacen dudar hasta al más creyente de todos.
Ahora habremos de esperar para ver cuántas horas más o días estará cerrada la autopista. Ya nos quedó claro que de momento ni los ejidatarios ni AMLO tienen la menor intención de mover sus fichas.
¿Si el gobierno federal no está para poner orden, entonces en manos de quién queda nuestro lastimado país?