Una vez que en el Congreso del Estado se ha reconocido la necesidad de crear foros y espacios de escucha para perfeccionar la Ley contra el Ciberasedio, lo interesante es preguntarnos ¿A quiénes van a escuchar? y ¿qué tan dispuestos están los diputados a reconocer sus errores y hacerle enmiendas a la reforma que votaron en fast track?

Si el punto fundamental, como nos han recalcado, es que desde el anonimato se agrede a las personas, el tema pareciera medianamente sencillo: legislar acotando esa condición.

Si tipifican correctamente en un artículo esa parte y se quitan de todo lo demás, van a encontrar un verdadero respaldo social, porque es una de las grandes quejas de quienes han sido víctimas de agresiones en las redes sociales: políticos, deportistas, artistas y ciudadanos en general.

Hoy en día existen múltiples mecanismos para rastrear las huellas digitales y sería factible localizar a las o los responsables de los mensajes de odio lanzados desde el anonimato.

Ese ajuste en la Ley del Ciberasedio, que sería de observancia general y no sólo para un gremio, dejaría en claro que en el fondo, la idea no era perseguir a periodistas ni a opositores ni a críticos, sino realmente atacar la cobardía de los que a través de un seudónimo o una cuenta anónima incurren en estas actitudes más que reprobables.

¿Qué tan desgastados saldrán del embrollo en el que están metidos?

Veremos y diremos.

El carísimo vuelo guajolotero

La frase “Lo barato sale caro” bien podría aplicarse al vuelo comercial que tomó la presidenta, Claudia Sheinbaum y que tanto presumió la 4T.

Ayer quedó demostrada la imperiosa necesidad de que México cuente con un avión presidencial, que le permita al representante de nuestro país trasladarse de manera urgente, cuando las situaciones así lo ameriten.

El vuelo comercial, en una línea canadiense y no en una nacional, nos terminará costando muy caro a los mexicanos. No me refiero al precio de los boletos de la presidenta y su comitiva, eso, en estos momentos, es lo de menos. El coste real es todo lo que perdimos y que ahora pagaremos.

El punto de la asistencia de Sheinbaum Pardo al G7 era, principalmente, para realizar un encuentro cara a cara con su homólogo de Estados Unidos, en un espacio neutral Hablarían de temas migratorios, arancelarios y hasta el impuesto que se le pretende imponer a las remesas.

La reunión no se podrá concretar. Ninguno de estos tres importantes temas será abordado y todos los mexicanos, de manera directa o indirecta, aquí y en la Unión Americana, terminaremos pagando el enorme costo de tomar un avión comercial en lugar de uno propio.

La aeronave presidencial, esa que no tenemos, podría haber volado a la hora que fuese necesario, llevarla de manera directa a la cena en donde, quizá se podría haber adelantado la reunión bilateral. Habría llegado fresca, podría trabajar durante todo el viaje y estaría perfectamente comunicada.

El tiempo de la presidenta de México vale oro y no es para desperdiciarlo en salas de abordaje, traslados y recorridos comerciales.

Sheinbaum perdió una oportunidad de encontrarse con los líderes mundiales y aunque desde su oficina de comunicación insistan en subrayar que este martes se mantendrán los encuentros agendados, ya sin el de Donald Trump, lo cierto es que el costo del viaje será alto.

Una vez más quedó demostrado que la austeridad es simple demagogia y lo que necesitamos es una presidenta eficiente, que utilice los recursos para estar en donde tiene que estar, en el momento en el que tiene que estar.

Ni más ni menos.