Una de las mayores preocupaciones del muralista mexicano Juan O’Gorman (1905–1982), fue la unificación de pintura y arquitectura en un mismo acto creativo, a lo cual dedicó su vida y obra, por ello, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) le rinde un homenaje a 106 años de su nacimiento.

La institución rememoró a este pintor, de quien, dicen sus creaciones están dentro de las obras más destacadas de la pintura post-revolucionaría en México, por lo que es considerado como el último gran muralista del siglo XX, y de quien recuerda su trayectoria artística y aportes en el terreno de las artes plásticas.

A este pintor nacido en Coyoacán, Ciudad de México, el 6 de julio de 1905 y quien falleció el 18 de enero de 1982, se le atribuye un estilo que tiene sus orígenes en las obras de Diego Rivera, del que algunos críticos le consideran como su sucesor directo. A pesar de esta aseveración, la obra de O'Gorman posee características personales indiscutibles.

Ejemplo de ello es el trabajo en sus obras, que se caracteriza esencialmente por el empleo del cemento armado, los exteriores asimétricos y una constante búsqueda de aire y luz.

En sus creaciones destaca un lenguaje propio con el que sabe conciliar la minuciosidad del detalle con la más simbólica fantasía, elementos que le ayudaron para desarrollar una obra vasta y monumental.

Resultado de la fusión de dos culturas, del frío y estricto espíritu británico por parte de su padre y de la apasionada sangre mexicana de su familia materna, O'Gorman mostró desde sus primeros años de vida aptitudes excepcionales para el dibujo y la pintura.

Dichas capacidades se pusieron de manifiesto en el círculo de su padre, Cecil Crawford O'Gorman, quien pronto se sintió orgulloso de poder contar con un hijo que le sucediera dignamente en sus actividades como arquitecto.

Así procuró potenciar las aptitudes artísticas de su hijo, poniéndole en contacto con los creadores plásticos que formaban su círculo de amistades, algunos de ellos ya consagrados.

Gracias a sus estudios y a su gusto por la pintura, O’Gorman logró una importante contribución al desarrollo de la arquitectura contemporánea, en la que desempeñó un decisivo papel como pionero, influido por las teorías del funcionalismo, escuela que exige una definición previa del proyecto.

Logró aportes relevantes en el campo de la arquitectura orgánica, construyó escuelas y casas-habitación, entre otras la del muralista Diego Rivera, en el año de 1931; también cabe destacar el proyecto que realizó para la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria (1949 a 1951), de cuya dirección de obras se encargó personalmente y que le sirvió para dejar constancia de su voluntad experimental e innovadora.

En esa oportunidad, diseñó para sus muros exteriores un gigantesco mural de multicolores piedras, que representaba el desarrollo histórico de la cultura nacional (1952).

Admirador de los arquitectos funcionalistas europeos, especialmente de Walter Gropius, O’Gorman concibió la arquitectura y el urbanismo como una adaptación a las exigencias sociales, económicas y técnicas del siglo XX.

Sin embargo, por la influencia que ejerció en su formación el profesor J. Villagrán García, fue evolucionando hacia la corriente que se llamó "nuevo barroco mexicano"; así proyectó edificios cuyas raíces se encuentran en las iglesias coloniales, en las construcciones religiosas previas a la Revolución Mexicana.

Por sus constantes experiencias creativas e intentos encaminados a integrar en sus obras pictóricas o arquitectónicas elementos que se consideran ajenos a los ámbitos respectivos de estas artes, el artista es considerado uno de los precursores de la utilización del collage y de su introducción en los medios artísticos latinoamericanos.

En 1936 O'Gorman realizó tres obras sobre la conquista del espacio para el Aeropuerto Nacional. Dos de ellas fueron destruidas porque, se dijo, tenían una exagerada representación caricaturesca de las figuras de Adolfo Hitler y Benito Mussolini, hecho que, al producirse en plena Segunda Guerra Mundial, hizo temer que pudiera provocar tensiones, la tercera se conserva en el Museo de Historia de Chapultepec.

En cuanto a su pintura de caballete, este pintor abordó temas complejos de intención y características diversas que, con un predomino del sarcasmo macabro, oscilan entre el detallismo cargado de fantasía de sus “Mitos” y la lineal geometría de “Recuerdos de Guanajuato”.

En la elaboración de sus composiciones utilizó preferentemente dos técnicas: el temple o pintura a emulsión, para sus cuadros, que obtienen así unos colores luminosos y duraderos, mientras que el fresco fue empleado para sus murales. Su producción refleja inquietudes sociales y nacionalistas.

Juan O’Gorman es considerado inventor de formas nuevas a través de creaciones arquitectónicas y, al mismo tiempo, el continuador del puntillismo, recreando más que nunca el poder del detalle sobre el conjunto global de la obra; a pesar de ello, el aspecto más interesante de su producción es la excepcional calidad de su trazo.

En su repertorio de imágenes y de estilo tradujo gran parte del misterio propio de México, asumiendo vestigios de las civilizaciones precolombinas, del barroco macabro de los cultos fúnebres heredados de España y amplificados hasta la obsesión.

NTX/BHR/NMN