Para la fotógrafa Miyako Ishiuchi (1947), una de las artistas más personales y queridas de Japón, la captura de imágenes tiene que ver con la recolección de cicatrices. 

Unas y otras, ha declarado, "son acontecimientos visibles, registrados en el pasado: tanto las cicatrices como las fotografías son la manifestación de dolor por las muchas cosas que no se pueden recuperar y del amor a la vida como un recordado presente". 

Con esta concepción del ejercicio fotográfico como compilación de recortes del dolor, es una cuestión de pura lógica que se haya dado el último trabajo de Ishiuchi: Frida, una colección realizada sobre el vestuario de la pintora mexicana Frida Kahlo, la mujer que habitaba, como dejo escrito, "un planeta doloroso, transparente como el hielo". 

Las fotos, que se exponen en la galería Michael Hoppen de Londres del 13 de mayo al 12 de julio, son un compendio del "camuflaje" que Kahlo empleaba para cubrir un cuerpo mutilado. 

Carga fúnebre y emocional 

La japonesa recibió el encargo a partir de la muestra Las apariencias engañan, que el Museo Frida Kahlode México DF organizó en 2012 para mostrar por primera vez, casi seis décadas después de la muerte de la artista (1907-1954), prendas de vestir y objetos personales restaurados —rebozos, faldas, blusas, vestidos, enaguas, pantalones, camisas, listones, zapatos, prótesis, corsés y joyería— de una de las mujeres más admiradas del siglo XX. 

Los gestores del museo, ubicado en la Casa Azul donde Kahlo nació y murió, creyeron con buen tino que Ishiuchi era la artista indicada para capturar la carga fúnebre y emocional de las "reliquias". Kahlo lo guarda todo: calzado, corsés ortopédicos, medicinas, exvotos, juguetes.

Antes de aceptar el encargo, Ishiuchi sabía muy poco de Kahlo. Llegó a conocerla a través de fotografías y obras de arte y se obsesionó con las "huellas" que dejó en sus archivos personales de dimensión colosal. Sólo en 2007, cuando se celebró el centenario del nacimiento de Kahlo y tal como dejó establecido testamentariamente su marido, el también artista Diego Rivera, salió a relucir todo lo que aquella mujer amante de la memoria atesoraba: 22.000 documentos, 6.500 fotografías, 3.874 publicaciones, decenas de dibujos, objetos personales, 300 prendas de vestir, calzado, corsés ortopédicos, medicinas, exvotos, correspondencia y juguetes. 

Obsesionada con los 'ecos' de sí misma La fotógrafa japonesa, que había dedicado uno de sus proyectos más conocidos a recobrar la memoria de su madre, llegó a "obsesionarse con las huellas que Kahlo dejó en sus pertenencias" y encontró "ecos" de sí misma en el trabajo. 

Con su inseparable cámara Nikon de 135 milímetros,  retrató manchas de pintura en prendas de ropa, zurcidos a mano en determinadas piezas del guardarropa de Frida..., "huellas frágiles" pero reconocibles que inspiraron la composición de una especie de "epifanía basada en el poder que emana de la ausencia del sujeto". 

La incapacidad se convirtió en el más elaborado de sus trajes La serie muestra cómo Kahlo construyó un "camuflaje" para las heridas de un cuerpo roto tras una poliomielitis infantil y el terrible accidente de tranvía que la dejó al borde de la muerte en 1925 —además de la columna rota, tenía una docena de fracturas añadidas y tuvieran que operarla treinta veces—. 

La incapacidad "se convirtió en el más elaborado de sus trajes", dicen los organizadores de la exposición, destacando las prendas y corsés ortopédicos que se convirtieron en una "armadura visual" no sólo en la vida de la pintora sino también en elementos repetidos una vez y otra en sus obras. 

'Engañosamente simple' El golpe final fue la amputación de una pierna en 1953, pero incluso en esta situación la mexicana diseñó una prótesis adornada con una bota cubierto de bordados chino y una campanilla. 

La representación fotográfica de estos objetos — prótesis, guantes, disfraces, blusas, vestidos,  junto con otros más mundanos como una gafas de sol o frascos de laca pintauñas—, puede parecer "engañosamente simple", pero vistos en conjunto son un "retrato compuesto, una visión de una mujer que canaliza sus dificultades físicas en una declaración valiente de identidad, fuerza y belleza". 

Las huellas que dejamos atrás como individuos y como sociedadFrida, que enlaza con la bsesión de Ishiuchi "con las huellas que dejamos atrás como individuos y como sociedad", culmina en la importancia de los objetos efímeros y consigue mostrar con ternura "revelaciones íntimas" sobre una artista que construyó un vestuario singular para "camuflar sus dolencias físicas" y hacer hincapié en un "carácter feminista" que no renuncia a los valores de la sociedad matriarcal mexicana. 

Haciendo las fotos Ishiuchi encontró que existe un "paralelismo" entre las prendas tradicionales modificadas por Kahlo y la cualidad mística de los quimonos japoneses.