Cientos de artesanos dedicados a la elaboración de productos de palma, que viven en la región Mixteca de Puebla, y que comercializan sus productos principalmente durante la Semana Santa, no podrán vender sus productos éste año, luego de que se suspendieron los eventos organizados por la iglesia, entre ellos los principales, que son el Domingo de Ramos, así como el Viernes Santo.

Entre los principales productores de artesanías de palma se encuentran los vecinos de Santa María Chigmecatitlan, de Ajalpan, Acatlán, y otras partes de la Mixteca Poblana, que cada año invaden el atrio de la catedral de Puebla para vender las figuras tejidas con palma, que lo mismo es un ramo, o un cáliz.

El precio de las  figuras en el último año que estuvieron presentes, fue de 10 a 20 pesos, lo que apenas les permitió salir a mano con sus gastos.

De acuerdo a la tradición, los artesanos de la palma no solo llegan al primer cuadro, sino que ocupan espacios en el templo de El Carmen, Niño Ciego, Medalla Milagrosa, Totimehuacán, San Baltasar, La Margarita.

Asimismo las iglesias de María Reina, San Judas Tadeo, De Las Palomas, Mayorazgo, Volcanes, Huexotitla, Sagrado Corazón, San Judas Tadeo, Las Ánimas, La Libertad, Romero Vargas, San Felipe Hueyotlipan, San Jerónimo, San Pablo Xochimehuacan, El Rayito, María Auxiliadora, Santa Anita y San José, entre otras.

Mientras el Viernes Santo sus productos ya vendidos por intermediarios se comercializan en la zona del Calvario.

El Altar de Dolores

Otra de las fechas religiosas para los artesanos, es el Viernes de Dolores, previo al inicio de la Semana Santa, y aunque la tradición de colocar altares para la Virgen de los Dolores, aún se vendían coronas de palma para adornar los altares.

Luego de que éste año por el coronavirus no se venderán, es posible que mine más la tradición.

El altar tradicional se colocaba en la Casa de Cultura “Pedro Ángel Palou”, pero el inmueble está cerrado.

En declive la actividad

El oficio ha venido de generación en generación, difundiendo este arte popular desde antes de la Revolución mexicana, y que con el paso de los años los hijos han aprendido a tejer; sin embargo, se dedican a comercializar otros tipo de productos, “porque del tejido no se puede sacar gasto diario”.

De acuerdo a los productores este oficio y la siembra son las únicas fuentes de empleo que tienen, pues señalaron que "yo aprendí de mis padres desde que tenía seis años. Es lamentable que la gente no valore estas artesanías que han pasado a formar parte de nuestras tradiciones y la forma como nos ganamos la vida".

”La gente las contempla, las admira pero no las compra, o las quiere a un precio muy bajo. Tan sólo en una semana llegamos a sacar de 100 hasta 150 pesos, y las personas que compran a un precio razonable son los intermediarios en las zonas turísticas, quienes por colocarle algún elemento moderno al sombrero los revenden, elevando el costo al público hasta cinco veces más”, expuso la artesana.

La explotación

Al día llegan a tejer hasta tres sombreros, cuyo costo unitario oscila entre 7 y 9 pesos, que es cuando son “bien pagados’ y no les alcanza ni para un kilo de tortillas. Aquellos productores que no cuentan con siembra de palma deben comprar el bulto hasta en 300 pesos, cantidad que les sirve para tejer 15 sombreros.

Por otro lado, pese a que los artesanos reconocen que los intermediarios son “un mal necesario” para este negocio, deben vender sus artículos hasta en 12 pesos la pieza para contar con un ingreso económico que permita llevar el alimento a sus casas.

El poblano “Pichicato”

Representantes de los artesanos han señalado que el consumidor poblano es el más renuente a pagar el precio justo de los productos artesanales, ya que regatea a los productores sin valorar el tiempo que lleva elaborar cada artículo.

En el caso de los consumidores de los estados del norte la gente paga sin problemas y valora el trabajo que lleva cada producto.

Mientras el turista europeo a dónde se han vendido los productos poblanos, se valora cada artesanía, e incluso han hecho pedidos especiales para algunas de sus actividades, sin solicitar un descuento.