Puebla no está exenta de los atroces escenarios de violencia que vive el país. Si bien no estamos en el extremo, es necesario reconocer que la inseguridad aumenta y cada hecho violento resuena en el ámbito federal, en el estatal y también en el municipal.

Lo sucedido la noche del sábado en el fraccionamiento de la zona de Zavaleta -donde vive Eduardo Rivera- se inscribe en un polarizado clima electoral, en una Puebla en donde el fantasma de Eukid está deambulando.

La relación entre el exoperador morenovallista y sus presuntas ligas con colombianos, aunada a la famosa banda de personas de nacionalidad colombiana que ha azotado a los clústeres residenciales de Puebla, genera sospechas justificadas.

Sin embargo, las tres mujeres lesionadas, vecinas del candidato, son las víctimas reales de esta violencia que un día sí y otro también nos deja la nota roja.

Y es en casos mediáticos como este, donde la indignación se hace presente. La celeridad con la que esa misma noche, en cuestión de minutos lograron detener a dos de los presuntos agresores contrasta con la ineficiencia y lentitud que padecemos el resto de las y los poblanos.

Ayer mismo familiares de Guillermo Raúl, utilizaron la atención que se le prestaba al desfile del 5 de Mayo, para denunciar que no se ha comenzado la búsqueda del joven desaparecido en Amozoc, desde diciembre del año pasado.

El caso de Guillermo Raúl es sólo uno de cientos que día a día se acumulan y reflejan el poco interés de las autoridades ministeriales para aplicar la justicia.

La velocidad con la cual ubicaron y detuvieron al par de presuntos responsables, por el caso Rivera, ratifica que cuando se quiere se puede, pero tuvo que ser el exalcalde el afectado, para que la policía municipal se pusiera las pilas.

Al final, este caso, como sucedió con el de Riestra, contará con una guerra de acusaciones y un mar de declaraciones que quedarán en el aire. Algunos, que quieran creer, darán crédito, otros desecharán los dichos o tomarán sólo aquellos con los que concuerden.

El riesgo de esta polarización es que cuando se concluya la investigación y se presenten los resultados, no dejará conforme a nadie y quedarán dos hipótesis: la del montaje oportunista y electorero; y la del atentado intimidatorio al candidato opositor.

Y cada quien se quedará con la que más convenga a sus intereses.

Ni más, ni menos.