Sea por dignidad o por respeto a sus siglas partidistas, los presidentes de oposición deberían renunciar y dar paso a que nuevos líderes dirijan el destino del PRI y de Acción Nacional.

En general la permanencia de los presidentes de los partidos políticos, a nivel nacional y local, debería estar sujeta a los resultados que entreguen en cada elección.

Así como a los entrenadores se les condicionan cierto número de triunfos para mantenerse al frente de un equipo, igualmente se deberían establecer parámetros mínimos de triunfos a quienes quieran regresar o mantenerse como representantes de un partido político.

Aunque ciertamente la exigencia debe ir en función de cada fuerza política, el mínimo debería ser no perder lugares respecto a la elección anterior. Si no logras retener lo que tienes, menos harás crecer a tu partido.

De ahí que resulta inexplicable que después de perder 40 por ciento de los votos y tras amarrar su futuro político con alguna plurinominal, ahora los autores de la derrota regresen a “dirigir” los partidos que fueron vapuleados en las urnas.

El caso de Néstor Camarillo, en lo local y el de Alejandro “Alito” Moreno en lo nacional es emblemático. Después de que ambos amarraron su lugar en la Cámara Alta hoy comandan al partido tricolor, el más afectado en las últimas elecciones.

En el exceso, Alito “ya se vio” dirigiendo la bancada del PRI en el Senado; mientras que Néstor se aferra a impedir la anhelada renovación que no se ha dado en Puebla y que llevó a la peor caída del tricolor en la historia.

Es penoso que Camarillo, el único que tenía amarrada una senaduría, que hoy está en vilo, regrese al partido para dar un manotazo y “recuperar” las siglas, máxime cuando es de los muy pocos que no fueron damnificados con el tsunami de Morena, el pasado 2 de junio

Los fieles herederos del cacicazgo político retoman sus puestos de cara a la Asamblea Nacional el próximo domingo 7 de julio donde, según los comunicados, se hará “un análisis de las causas e implicaciones de los resultados electorales”.

Desde ahora les adelanto que la autocrítica no es lo suyo, por lo cual difícilmente podrán comprender que su ambición política, el incumplimiento de acuerdos, la venta de candidaturas y la falta de candidatos identificados con la población sean enlistados en el análisis de la derrota.

¿Lograrán engatusar una vez más a su militancia y mantenerse al frente de sus puestos?

Veremos y diremos.

Barbas a remojar

Además de los priistas, los panistas y hasta los perredistas, que ya no tendrán partido, deberían aplicar la misma medida y desterrar a quienes les llevaron a las más estrepitosas derrotas.

Las militancias deberán imponerse y darle la fuerza a nuevos rostros para que de verdad logren reconstruir a los partidos de oposición antes de que el 2027 o el 2030 los vuelva a aplastar.

Ni más ni menos.