Como si se tratara de una maldición, la céntrica Avenida Juárez sufre la obsesión de todos los gobernantes municipales, que se empeñan en remodelarla.
Muchas de las reformas e intervenciones que ha tenido han resultado más dañinas, que los problemas originales.
Ahora mismo los cambios en las rotondas resultan tan absurdos que sin duda generarán caos vial y accidentes.
En la 25 Sur, a la altura del monumento a Benito Juárez las obras, que ya están muy avanzadas, ocasionarán un cuello de botella espantoso. De origen esa rotonda tenía sus complicaciones con el estacionamiento subterráneo, sin embargo, ahora que bloquean un carril y se mezclarán los que darán vuelta a la 25 y los que quieran seguir de frente, el caos será el pan de cada día.
El embudo que están generando difícilmente se explica, pareciera que quienes diseñaron esta modificación carecen de sentido común y lo peor es que ese mismo esquema lo pretenden aplicar a la altura de la 19 Sur, donde está la otra rotonda.
Dos cuellos de botella en una avenida que ya presenta, por momentos, complicaciones para que los automovilistas puedan circular de manera fluida.
De ahí que surge la pregunta, ¿Qué obsesión tienen las autoridades con la Avenida Juárez? Cada trienio llega un nuevo presidente municipal con ocurrencias. Y digo ocurrencias porque no se trata de un proyecto a largo plazo o de propuestas perfectamente planeadas, sino de arrebatos que terminan por complicarle la vida y hasta ha cambiado la vocación de “La Juárez”.
Las eternas obras en la zona han ocasionado que de ser una avenida gastronómica en donde los restaurantes fueran icónicos, ahora sea un espacio de diversión nocturna para jóvenes al llenarse de bares y antros.
Entre las reformas que ha tenido la avenida podemos recordar cuando retiraron el adoquín, ahora están cambiando el llamado concreto dibujado. Los bolardos, que están mal señalizados, son un peligro como lo demuestran los múltiples accidentes.
Las locuras contra “La Juárez” iniciaron desde hace más de cuatro décadas, con el accidente en donde murió el alcalde Jorge Murad. De entonces a la fecha ocurrencia tras ocurrencia.
Luis Paredes tuvo la puntada del distribuidor vial que en su día ocasionó mil problemas, costó una millonada y para colmo, no resolvió nada.
Mario Marín apostó por enchularla y ponerle palmeras iluminadas en los camellones centrales.
Tony Gali colocó el concreto armado y los bolardos, generando que con el desgaste la calle se desmorone. Un cambio innecesario porque el adoquín funcionaba correctamente.
Sin embargo, los ajustes que ahora se plantean en las rotondas de la avenida son lo más insensato.
Y si no me creen, esperen unas semanas después de que se entreguen las obras para comprobar el caos que se está cuajando.