Puebla tiene una enorme tradición de básquetbol que se revivirá con la unión de los esfuerzos entre la iniciativa privada y la BUAP, quienes lograron traer a un equipo de la Liga Nacional de Baloncesto Profesional de México.
Nuestro estado hizo historia en el básquetbol cuando los originales Ángeles de Puebla jugaban en la cancha de San Pedro, la que estaba en lo que hoy es el patio del Museo San Pedro. Había entonces jugadores poblanos, nacionales y extranjeros.
Cada partido contaba con una importante concurrencia, se llenaba, el ambiente era extraordinario a pesar de que se trataba de una cancha improvisada en un patio de una vieja casona. Fue histórico.
Años después de que habían desaparecido los Ángeles de Puebla, con el gobernador deportista, como le llamaron a Guillermo Jiménez Morales, cuando nuestro estado llegó tener dos equipos de primera división de fútbol, también apostaron por la llegada del Circuito Mexicano de Básquetbol (CIMEBA) y trajeron a las Abejas Poblanas, que es una franquicia que no logró identificarse con la afición.
Jugaron en el Puebla 74, lo que hoy es el Miguel Hidalgo. Muchos desconocen que ese gimnasio fue originalmente construido para albergar el mundial de voleibol femenil que se jugó en México en el año 1974. Posteriormente, como ha sido la costumbre de varios gobernadores de estar rebautizando espacios, se le cambió el nombre a gimnasio Miguel Hidalgo.
Las abejas volaron y el básquetbol profesional regresó a Puebla con Mario Marín con los Ángeles de Puebla, sin mayor trascendencia.
Ahora llena de alegría que se utilice el recinto de la Arena BUAP para recibir al máximo circuito del básquetbol profesional. Se trata de un escenario magnífico y de primer nivel.
El ambiente, sólo con la población universitaria, apuesta para que haya grandes entradas y revivir la tradición del básquetbol.
Ayer en un duelo histórico de los Lobos Plateados contra Los Dorados de Chihuahua, los de casa arrancaron con el pie derecho y se llevaron la victoria sobre un equipo con gran tradición.
Una muerte digna
Cerrar el ciclo de la vida continúa siendo un tabú. Hablar de la muerte con amigos y familiares generalmente resulta incómodo y difícil. Lo es más cuando se está cerca del final por alguna enfermedad terminal.
Sin embargo, mantener al paciente conectado a un respirador o a máquinas que prolonguen la agonía, del paciente y de sus familiares, resulta inútil, estéril y hasta sádico. El final será el mismo.
El dolor del duelo que deseamos evitar lo habremos de pasar ahora, en tres meses o en seis. La única diferencia es cómo habremos de dejar partir a los nuestros.
La iniciativa para que cada persona pueda solicitar que no sea conectada a los aparatos médicos para prolongar su agonía, garantiza que se respete el ciclo de la vida, sin adelantar nada, pero tampoco sin retrasar lo inevitable.
La Voluntad Anticipada tiene grandes diferencias con la eutanasia y con el suicidio asistido, pero en resumen comparten algo: una muerte digna.
Es pues, una iniciativa que, con todos los tabús a cuestas, busca garantizarle al paciente, que sus últimos días sean sin sufrimiento. Una apuesta humana.