En entrevista, el también catedrático refirió que “lo que se está viviendo en México es una batalla atroz, entre civilización y barbarie, y precisamente la tarea y acción cultural es la prioridad decisiva, que al parecer no acabamos de entender”.
Indicó que se concibe al arte y la cultura como un lujo burgués, prescindible en tiempos de crisis, o como una manifestación folclórica fácilmente convertible en mercancía, idea que ocasiona graves conflictos.
“Nos está ocasionando el dilema de la barbarie, que es el socavamiento de los valores y del sustrato ético que la cultura funda y construye, a partir de la conciencia, ahí la necesidad de que el teatro tiene mucho qué hacer y qué decir en esta sociedad mediatizada, donde todo se convierte en cifra y donde ya confundimos la realidad con la virtualidad”, indicó.
Para el director de la Compañía Nacional de Teatro, la fuerza del arte escénico es muy necesaria, “ha de contribuir a la construcción de la conciencia, y más en esta encrucijada en la que vivimos. De ahí que sea necesario un teatro que se comprometa con esta necesidad, tan ignorada por los mexicanos. El teatro es tan acuciante como la necesidad de la cultura”.
Puso como ejemplo “el fenómeno de la migración, que si bien tiene razones socioeconómicas incuestionables, es un problema cultural, porque sucede que los mexicanos han perdido la fe de encontrar su proyecto de vida y la solución de sus problemas en su propia tierra e instituciones, entonces renuncian a su condición de mexicanos para aspirar a ser ciudadanos de segunda en otras naciones”.
No obstante, afirmó, “no se debe confundir la expresión cultural con la acción cultural necesaria; se ha hablado que todo es cultura, lo cual es un sofisma porque no resiste la menor lógica, porque si todo es cultura, nada es cultura.
“Lo que estamos viviendo es el embate destructor de la cultura a través del mercado y de la mentalidad mercantilista que nos hace perder el autoestima”, abundó.
Por ello, dijo que la exigencia de los creadores teatrales es que ante la realidad de que el 90 por ciento de la sociedad no ve teatro, es necesario que todos los sectores involucrados se comprometan con las artes escénicas.
Deben “tomar conciencia los propios hacedores de teatro y reflexionar sobre lo que hemos sido, lo que somos y vislumbrar un futuro; construyendo nuestra conciencia histórica. Porque si bien la historia nos muestra lo que alguna vez pasó, al teatro le toca mostrar y representar lo que sucede en su contexto de creación”, anotó.
De Tavira señaló que de ahí que las propuestas dramáticas tengan que ser muy sintéticas y con fundamento histórico, aunque deben encontrar la clave de su teatralidad, porque ante todo se trata del arte de lo personal y de la personificación.
“El teatro es la fiesta de las artes, en el hay cabida para la poesía, el canto, la danza, la música y las arte visuales, que actúan como herramienta para hacer un espectáculo atractivo, algunas veces divertido, y me refiero a divertido en el sentido de que el divertimento permite el descubrimiento y este a su vez produce el conocimiento”, concluyó el director escénico.