18 años después de que fueran hallados, los restos óseos de un ser humano prehistórico descubiertos en la orilla del río Columbia empezaron a “hablar” remodelando nuestros conocimientos sobre los habitantes de América de hace 9.000 años.
Los huesos prehistóricos del llamado “Hombre de Kennewick” han arrojado pistas que permiten revelar su dieta y linaje, y terminaron por convencer al antropólogo Douglas Owsley, del Museo de Historia Natural Smithsonian, que se trataba de un inmigrante que había recorrido un largo camino antes de su muerte, según Fox News.
A partir de su dieta (focas y otros mamíferos marinos) y la forma de su cráneo, el antropólogo dedujo que sus antepasados viajaron en barcos desde la Polinesia, atravesando las costas de Japón, Rusia, Alaska y Canadá, llegando finalmente hasta el río Columbia.
"Nos estamos dando cuenta de que hay personas que residen aquí desde mucho antes de lo que pensábamos, y que para ello habían utilizado distintos medios de transporte", dijo Owsley.
El espectacular descubrimiento científico hubiese podido fracasar debido al Gobierno Federal de Estados Unidos El Cuerpo de Ingenieros del Ejército trató de entregar los huesos a las tribus locales para su reentierro antes de que pudieran ser estudiadas, pero finalmente, una demanda presentada por varios científicos bloqueó su traspaso.
El Cuerpo de Ingenieros estaba haciendo cumplir la ley estadounidense de protección y repatriación de tumbas indígenas o NAGPRA, por sus siglas en inglés. La ley, que fue aprobada en 1990, establece las reglas para el manejo de los restos de los nativos americanos. Pero Owsley y otros expertos argumentaron que el “Hombre de Kennewick” no era un nativo americano, se trataba de un polinesio que no habría tenido ninguna conexión cultural o genética con cualquier nativo americano.