“¿Por qué tengo que leer a García Luna, el Señor de la Muerte?” Con esta interrogante, el periodista Francisco Cruz inicia una charla en la que nos comparte algunos detalles de su más reciente obra, editada por Planeta.
El exsecretario de Seguridad Pública es hoy uno de los personajes más conocidos en México, pero a la vez se trata de un sujeto del cual existen grandes lagunas sobre su vida, por ejemplo, el acta de nacimiento de García Luna se tramitó hasta un año después de que el menor nació.
Como reproduce la obra, el documento probatorio fue expedido por el entonces Distrito Federal aunque realmente el hombre fuerte del calderonismo nació en Michoacán.
Se sabe que tras el nacimiento de García Luna, tanto Juan Nicolás como Consuelo, sus padres, salieron huyendo de Michoacán y se escondieron en lo que hoy es la Ciudad de México.
De la adolescencia, vecinos y excompañeros de clases, recuerdan poco o mejor dicho, evitan hablar porque aún tienen una especie de miedo. De esos años también surgió el apodo de “El Chango”.
Esta y mucha información inédita, es parte de lo que el autor promete a sus lectores: “Nos va contando cómo se va formando un criminal desde las entrañas del poder”.
Espionaje, amor a primera vista
Cuando surge la interrogante obligada, ¿Cómo pudo un hombre de la Romero Rubio hacerse indispensable y mantenerse en las esferas del poder durante varios sexenios?, Cruz afirma que gran parte del poder de Genaro García Luna radica en los expedientes y las fichas de políticos, empresarios, jueces, delincuentes y hasta líderes sociales, que armó y amasó.
La información, obtenida a través del espionaje, fue como el cabello de Sansón. Las debilidades, vicios, pasiones y perversiones de los personajes, le sirvieron para afianzar su poder y ganarse desde el miedo hasta la confianza de los matrimonios Fox y Calderón.
“Sus maestros fueron viejos elementos del servicio secreto… Él ha dicho que se había enamorado del espionaje a primera vista, que era algo que le nació por vocación. No. La realidad es que a los 17 años ya era un criminal”, refiere el periodista especializado en temas de narcotráfico.
CISEN, AFI, narcotráfico
“Felipe Calderón fue presidente por Genaro García Luna”, recuerda Francisco Cruz y revela que el súper-policía fue el encargado del operativo en San Lázaro para que en 2006 Felipe Calderón protestara al cargo de presidente de la República, acto que le dio un enorme poder.
En ese momento coordinó, como civil, a los elementos elite de la Marina y lo orden era clara, permitir, a cualquier costo, que el sucesor de Vicente Fox se colocara la banda, en una elección que, a sus ojos, quedó manchada por la sospecha de un fraude electoral.
La ouija maldita, una estafa maestra
Durante la Guerra Contra el Narcotráfico más de 5 mil personas fueron encarceladas y muchas de ellas torturas para confesar crímenes inexistentes o no cometidos por ellos. Las acusaciones contra estas víctimas iniciaban con los señalamientos de un cilindro de plástico que contenía una antena de radio, al que apodaron: La ouija maldita.
Para la adquisición de los fraudulentos aparatos, prohibidos en países europeos, los mexicanos destinamos, en 2007, más de 50 millones de dólares: “Yo sostengo que sólo por ese caso, Felipe Calderón y García Luna debían estar en la cárcel… Decían que el que la manipulaba iba a detectar quién era un narcotraficante, después descubrieron que era un fraude escandaloso”.
Facundo, Lozano y Ardelio
Entre los cómplices, socios, protegidos, alumnos y colaboradores de García Luna sobresalen los nombres de tres personajes que en Puebla conocimos bien durante el sexenio de Rafael Moreno Valle: Facundo Rosas, Javier Lozano y Ardelio Vargas.
Para Francisco Cruz, quien cuenta cómo García Luna viajó desde Estados Unidos a Puebla sólo para entrevistarse con uno de ellos: “El garcialunismo se mantiene inserto en cada uno de los estados”, a través de diferentes personajes.
“En Puebla vivieron mucho de eso… Se destaca también por la violación sistemática a los derechos humanos”, puntualizó.