Desde Madrid, la ciudad que refiere como su hogar, Elvira Sastre conversa sobre el amor más puro, ese que encuentra en sus dos perros rescatados, el enorme cariño y respeto que siente por sus abuelos, la ansiedad que padece esta generación que creció en una burbuja, la libertad que respira en las grandes urbes, las ventajas que para ella tuvo el confinamiento y lo difícil que le ha resultado regresar a la vida normal, lo triste e injusto que le ha parecido la muerte de Almudena Grandes y de cómo ella y Andrés Suárez llevaron la poesía a las masas llenando el WiZink Center.

La mujer segoviana, que está por llegar a 30 veranos, presenta su libro: Madrid me mata (Seix Barral), donde rescata algunos de los artículos que publicó en El País durante dos años, cuya única condición era que los textos hablaran o se relacionaran con la capital española.

“Yo creo que nunca la voy a terminar de conocer y ese es precisamente el atractivo que tiene. Yo creo que si llega un día en que creo que conozco Madrid a completo, tendré que irme a otro sitio porque soy de naturaleza muy curiosa”, refiere al iniciar la charla.

Su más reciente obra incluye fotografías a color de algunos de los momentos que relató, así como poemas inéditos a las cuatro estaciones del año, aunque el otoño sea su favorito.

No obstante que la narrativa pertenece a Madrid, los lectores podrán encontrar similitudes con casi cualquier urbe, entre estas las calles que nos prohibimos volver a caminar por alguna mala experiencia o por un recuerdo que preferimos no evocar.

Al cuestionarle si considera que las ciudades causan Síndrome de Estocolmo, ataja: “Las ciudades pagan por ello”.

Y profundiza: “En general, los sitios que habitamos nos despiertan cosas bonitas, al final no es tanto culpa de las ciudades, sino de las cosas, de las experiencias que vivimos en ellas y que al final las unes a ellas… Tenemos que aprender también de las cosas que nos han hecho daño. Es como la frase de Sabina -al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver-, yo casi me dedico a lo contrario, yo vuelvo todo el año a los lugares donde no he sido feliz, pero porque es mi manera de ser. Me gusta exprimir las cosas y sacarles todo el jugo”.

Aunque ha escrito una novela (Días sin ti) y se encuentra en el proceso de su segunda narración, rescata su origen y subraya: “Me apetece mucho llevar la poesía a todas partes y para eso tengo que explorar todos los formatos, de ahí vienen los recitales, de ahí vienen los discos, de ahí viene mi tienda con camisetas con frases. Entiendo que no todo el mundo va a entrar a la poesía por un libro, hay gente que no está hecha a eso, no tiene ese hábito, pero sí se puede poner una camiseta con un verso y de pronto entra por ahí a la poesía”.

Defiende la cultura y la literatura. En ambas encuentra las herramientas para formar una conciencia y una opinión propia, por ello lamenta que estén maltratadas y sea “difícil vivir de ellas. Los artistas lo pasan muy mal. No está en planes ni programas públicos, y aun así, hay algo que no te permite abandonarlo”.

Cortesía: J. Álvarez
Cortesía: J. Álvarez

 

Juego de palabras

En la entrevista que nos concede desde el otro lado del charco gracias a la tecnología, Elvira Sastre accede a compartir qué es lo que piensa cuando escucha algunos nombres, conceptos o palabras sueltas.

Comenzamos con los migrantes.

“En el libro hay una frase de Neorrabioso (Alberto Basterrechea Martínez) -Los emigrantes son el mar de Madrid-. Lo resume de una manera muy bella… Tanto los que vienen como los que se van, muy a menudo pagando un precio muy alto, en el fondo enriquecen la cultura y la sociedad de una ciudad. Antes lo comentaba, cuando vas por Madrid donde hay tantísima mezcla de culturas es como viajar sin salir de tu ciudad. Me parece maravilloso y muy maltratado”.

Perros

“Los perros son mi vida, son el amor más puro, genuino, es una cosa tan bonita, al final es un grado de amor que no vas a tener con una persona porque transita por otros sitios diferentes a los de los seres humanos, estamos mucho más contaminados por muchísimas más cosas, es muy difícil librarse de ellas y un animal, un perro está libre de todo eso.

Tengo animales adoptados que han sufrido maltrato, ves cómo se reponen de eso, ves sus miedos. Llevó con la Loba cuatro años y todavía se sigue asustando cuando alguien le pone la mano encima, es como estar en permanente contacto con las consecuencias que tienen esos traumas en los animales y en las personas. Estoy rendida a ellos”.

Abuelos

“Voy a cumplir 30 años, tengo a mis tres abuelos vivos y soy cada día más consciente de la suerte que tengo porque evidentemente ya son mayores.

Cuando comencé a escribir este libro, mi abuela estaba ingresada. Ha encadenado tres ingresos por distintas causas y la tía está mejor que yo. Se recupera a una gran velocidad, tiene una fuerza, una constancia muy propia de su generación.

Si a mí me pasa una décima parte de las cosas que le pasan a ella ya estoy postrada en la cama.

Me da mucha pena porque han sufrido muchísimo, la guerra cuando eran pequeños, todo lo demás cuando fueron jóvenes y adultos y ahora en su última etapa sufren las consecuencias de una pandemia mundial, me parece tan injusto, que encima, en una ciudad como Madrid se les ha maltratado mucho en las residencias”.

Ansiedad

“Un trastorno muy común en esta época, quizá es una de esas cosas que han existido siempre y ahora se le pone nombre. Es raro aquel que no ha sufrido un ataque de ansiedad teniendo trabajos muy dispares y muy distintos, creo que responde más a la manera de vivir a la presión a la que estamos sometidos todos, a este sistema capitalista que es tan constante, que parece que estás trabajando y tienes detrás una mano que sujeta la cabeza y no te deja levantar y eso genera mucha frustración, mucha ansiedad.

También creo que somos una generación que creció muy protegida, muy niños burbuja; nos hicieron creer que éramos muy especiales y creces y te das cuenta de que el sistema está bastante dañado y que tú no eras tan especial y que no te vas a librar de eso y esto genera también esta ansiedad.

Es un cúmulo de muchísimas cosas, también que ahora tenemos acceso a infinita más información de la que teníamos antes y evidentemente el precio a pagar por tener conocimiento muchas veces es el sufrimiento, porque eres consciente.

Creo que se nos complica todo, pero por suerte ahora hay mucha visibilidad de la salud mental”.

Cortesía: J. Álvarez
Cortesía: J. Álvarez

 

Libertad

“He vivido con mucha libertad en mi casa en Segovia gracias a mi familia, no tanto fuera de casa, porque el mundo es un poco hostil en general con quienes algunos deciden considerar diferentes, ya sea por ser mujer, por ser homosexual, por ser joven e incluso por ser poeta… pero es verdad que cuando yo llegué a Madrid me pasó algo muy parecido que la primera vez que fui a Londres.

Tendría como 15 o 16 años, era la primera vez que salía de España. Recuerdo una calle muy grande, llena de gente, vestida con todo tipo de atuendos y nadie se quedaba mirándoles y yo que venía de una ciudad muy pequeña eso me parecía algo increíble y fue lo mismo que sentí la primera vez que vine a Madrid. Yo venía acá a estudiar, pero es verdad que iba muy poco a clase, porque lo que veía en la calle me interesaba muchísimo más y esa manera de vivir, de existir, al final, me ha inspirado siempre. Uno va buscando referentes, ya sea conocidos o desconocidos, y si vives en una ciudad donde todo esto se practica, te resulta mucho más fácil ser tú mismo”.

Confinamiento

“Para mí, y diciendo esto desde la total conciencia de la persona privilegiada que me siento por poder decir esto, no lo pasé mal, principalmente porque tenía un techo y porque mi familia estaba bien. Teniendo esas dos variables sería bastante hipócrita decir que lo he pasado mal en algún momento, y es que además me vino muy bien a nivel mental, quitando todo el horror que estaba pasando afuera, evidentemente, porque paré.

Llevaba muchísimo tiempo a un ritmo que me estaba ya empezando a costar un poco y que no era capaz de parar, y de pronto ver que todo el mundo para… Porque claro, tú puedes parar, pero si el resto del mundo sigue girando no es lo mismo. Te sientes culpable, volvemos a lo mismo de antes y en este caso ves que todo el mundo para, que está bien, que no es cosa tuya y entonces empiezas a disfrutar.

Recuperé libros, recuperé películas, recuperé ratos con mis perros, recuperé ponerme a tomar el sol en la terraza y desayunar tarde, hábitos que me llevaron un poco a mi infancia, entonces me ha venido bien.

Creo que me ha golpeado, más a nivel psicológico después, volver a la vida normal y ver que las certezas se habían perdido, que no hay nada asegurado, vivir así en esa inestabilidad se me complica un poco. Yo creo que me ha afectado más después, que durante”.

Almudena Grandes

“Me da mucha tristeza (por su muerte) y a la vez también mucha alegría por haberla podido conocer.

¿Qué voy a decir que no se sepa ya? Es una grande de las letras, una persona maravillosa, de reconocerla. Soy amiga de sus amigos y es una maestra, es muy injusto lo que ha pasado y queda este triste consuelo de que siempre quedarán ahí sus libros, pero me resulta muy complicado pensar en todos los que no escribirá ya”.

Andrés Suárez

“Es una persona maravillosa, es un gran amigo y sobre todo es alguien que me ha impulsado mucho. Es un hombre bueno, muy generoso, muy talentoso, no voy a decir nada que no se sepa y sobre todo en esa generosidad está que cree en mí por encima de todas las cosas y este es un oficio muy solitario, de mucha inseguridad y es vital tener gente cerca que crea en ti. Y Andrés cree en mí por encima de todas las cosas y me ha impulsado muchísimo y me ha llevado a cosas, como por ejemplo el WiZink Center, aquí en Madrid, los dos, y gracias a esa creencia llevamos la poesía a un sitio de masas y nos fue muy bien. Es alguien a quien quiero y a quien le debo muchísimas cosas”.