Julie Heiland muestra en Reina de corazones (Planeta) la perspectiva de la propia Diana de Gales: la narración, cargada de detalle, transporta lo mismo a palacios y a los agrestes paisajes de Escocia, que a las calles de Londres y a los recorridos por todo el mundo que la «princesa del pueblo» llevó a cabo como parte de sus deberes, mientras su vida y sus expectativas se resquebrajaban, debiendo reinventarse una y otra vez para convertirse, al final, en una activista de causas urgentes.

Escenas y diálogos audazmente construidos nos dan ocasión de ser parte de una tragedia moderna, un choque esperable y, al mismo tiempo, insólito entre la tradición y la modernidad, entre una familia centrada en su deber histórico y una outsider que llegó a cuestionarlo todo, con lo que quizá prestó un servicio invaluable a la corona británica, además de engendrar a sus próximos sucesores.


Cuando se cumple un cuarto de siglo sin la deslumbrante presencia de la protagonista, con Reina de corazones, Julie Heiland recupera la trayectoria de uno de los principales íconos contemporáneos, la princesa del fallido cuento de hadas que sigue siendo una de las fábulas más inquietantes de nuestra época, con la llamada «prensa rosa» y sus excesos como oscuro contrapunto.

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