El futbol argentino enfrenta una grave crisis que se reflejó en el frustrado intento por unificar los torneos de Primera y Segunda División, así como en el inesperado despido del técnico de la selección, Sergio Batista.

A ello se suman las frecuentes demandas para que renuncie el presidente de la Asociación del Futbol Argentino (AFA), Julio Grondona, quien ocupa el cargo desde 1978, lo cual lo distingue como el único funcionario vigente desde la dictadura militar (1976-1983).  

Grondona aseguró que Batista se iba a quedar al mando de la albiceleste sin importar los resultados de la Copa América que se disputó el mes pasado en el país, pero bastó que el equipo perdiera en cuartos de final para que la presión de la prensa y algunos dirigentes diera resultado.

El técnico Batista había firmado apenas en junio el contrato para conducir al conjunto en las eliminatorias rumbo al Mundial de Brasil 2014 que comenzarán en octubre, pero terminó despedido menos de un año después de haber comenzado a trabajar.

La salida de “Checho” Batista sólo replicó la instabilidad que ha marcado a una selección que no gana títulos internacionales desde hace 18 años y que en la última década ya ha tenido a cinco directores técnicos.

Marcelo Bielsa, José Pekerman, Alfio Basile, Diego Maradona y Batista terminaron fagocitados por la exigencia de un equipo al que, a partir de los próximos, se sumará el ex entrenador de Estudiantes, Alejandro Sabella.

Cuando aún no se acallaba el escándalo por la salida de Batista, la AFA sorprendió al anunciar que estudiaba la posibilidad de unificar la Primera y Segunda División para armar una liga nacional de 40 equipos.

La intentona fue repudiada porque poco tenía que ver con lo deportivo y mucho con lo económico, ya que significaba que a partir de enero el recientemente descendido River Plate iba a regresar a Primera División por decreto, sin haberse ganado nuevamente el puesto.

Fue tal la inconformidad y protestas de los medios, los fervorosos hinchas y otros dirigentes, que Grondona tuvo que dar marcha atrás, sobre todo porque el escándalo afectaba al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en pleno año electoral.

Al dejar los torneos como estaban, otros grandes equipos como San Lorenzo, Independiente y Boca Juniors corren el riesgo de acompañar a River en la Segunda División a partir del año próximo, lo que sería una muestra más de la debacle que vive el futbol en el país.