El Día de la Candelaria ya no es cómo antes, recordó doña Josefa, vendedora de trajes para figuras de Niños Dios de la 8 Poniente, figuras que son presentadas para recibir la bendición en la iglesia cada 2 de febrero.

“Antes había filas de gente que esperaban sus vestiditos para sus Niños Dios, ahora ya casi nadie viene”, dijo nostálgica al afirmar que de un año para otro bajan las ventas hasta un 50 por ciento. Sin embargo, quienes continúan con la tradición religiosa, en su mayoría piden que las figuras sean vestidas como Señor del Trabajo —por la carencia del mismo— o del Niño de la Salud o Niño Doctor.

Lo que era difícil de encontrar durante la mañana eran los afamados tamaleros ambulantes, quienes hacen su “agosto” con las ventas para quienes cumplen el compromiso de invitarlos, luego de sacar “el niño” de la rosca de Reyes.

"No podemos dar más barato, todo ya está ‘recaro’, si los diéramos más bajo pues le ganamos poco y tendríamos que dejar el negocio, tenemos que recuperar los gastos, ya que el espacio es bastante caro."

El arraigo
El 2 de febrero, Día de la Candelaria, es una de las tradiciones más arraigadas en el pueblo de México, en el que se cumplen las promesas de la partida de rosca de Reyes el 6 de enero. Para entonces, miles de familias visten elegantemente “niños dioses” que han pertenecido a sus familias durante muchas generaciones y el 2 de febrero los llevan a la iglesia para que el sacerdote los bendiga.

El niño es vestido a todo lujo, depositado en una canasta con flores o sentado en un trono y después de la misa de bendición se reúne con familiares y amigos para celebrar el acontecimiento con tamales y un espumoso y calientito atole.

En Puebla hay cientos de locales comerciales, la mayoría en mercados municipales, aunque otras decenas se encuentran en viviendas particulares donde reparan y visten a las figuras con una extensa variedad de ropones.

“Nunca dejaremos de vestir a nuestro Niño Dios, si tuvimos para las pachangas de diciembre o si tenemos para parrandas, imagínate si no tenemos para el Niño Dios”, dijo Julio González cuando llevó su figura a uno de estos comercios.

No falta el traje de enfermero o de veterinario, sin embargo este año el mercado de vestidos parece estar menos atestado de confecciones excéntricas en comparación con otros pasados. También se ofrecen huaraches y zapatitos de estambre, coronas y cetros.
La usanza religiosa de vestir a las figuras continuará a pesar de esta guerra, crisis y altos costos, gracias a que los creyentes tienen entre sus prioridades seguir con su fe. Por lo tanto, decenas de vendedores ambulantes cambian sus productos para dedicarse a la vendimia de temporada, pero en su mayoría venden figuras chinas, sobre todo accesorios a diferencia de los establecidos que comercian productos mexicanos.

La diferencia son los costos; figuras del mismo tamaño tienen precios distintos, una china cuesta desde 50 pesos y las del país 100 pesos; los primeros son hechos de resina y los segundos de yeso, material más caro y menos resistente.

Sin embargo, los “Niños Dios Mexicanos” pueden repararse más fácilmente que los traídos del lejano oriente. Lo que es cien por ciento mexicano son las vestimentas. Este año debido a la crisis, aumentaron los costos hasta un 25 por ciento, según algunos vendedores, quienes tienen precios que van desde los 70 hasta los 350 pesos.

Ropones tradicionales
Hay vestimentas muy diversas, que van desde las tradicionales, como los del Santo Niño de Atocha, de San Francisco, o el Niño de las Azucenas, hasta las de futbolista, debido a la celebración del Mundial. El precio depende de las telas, la talla y los adornos de cada uno.

Sin embargo, la prenda de mayor demanda en el mercado de vestidos para Niño Dios es el tradicional ropón blanco, unas veces de modesto bordado, otras ampón y ostentoso. También se confeccionan trajes con las vestiduras que usaba el papa Juan Pablo II, o de cabello largo, rizado y castaño con que se distingue al Señor de las Maravillas; todos los santos pueden ser representados en el Niño Jesús el Día de la Candelaria.

Las sillitas también entran en la tradición, para sentar a la figura, precios que van desde 5 pesos la más pequeña, hasta de 85 pesos la de mayor tamaño, muchas de ellas de procedencia china.

La mayoría de las sillas son hechas de madera, las del oriente del mundo son de plástico, además de los canastos blancos, también algunos chinos, donde algunas personas prefieren acostar a sus niños.

La última moda de bases es la de cruz, porque mantiene erguida la figura y permite que el ropón se extienda más libremente, luciéndose la confección del vestido. Pero este accesorio también viene de China. Las figuras más pequeñas, las de los de nacimientos, son vestidos con los trajes llamados “miniatura”, que apenas se llevan unos centímetros de encaje y tela para su elaboración.

En miles de casas mexicanas y poblanas, el Día de Reyes, la familia y los amigos se reunieron para partir una deliciosa rosca que en su interior tenía uno o más “niñitos2y alguien al encontrarlo en su rebanada comentó “¡a mí me tocan los tamales!”

El “niño” estaba oculto porque representa al niño Jesús cuando se escondió de los romanos que querían matarlo.

La persona que lo encontró en su sabrosa rebanada se convirtió en su “padrino” o “madrina”, así adquiere el compromiso de cuidarlo y representarlo, pero también de hacer una cena con deliciosos tamales este 2 de febrero.

La tamaliza
Lo que no disminuye son las convivencias familiares o “tamalizas”, las cuales a pesar de los altos costos de los alimentos, siguen arraigada en las familias.

Comerciantes de tamales en un sondeo de Intolerancia Diario señalaron que en la temporada del 2 de febrero incluso triplican sus ventas.

“En un día normal vendo alrededor de 500 tamales, pero ese día, el Día de la Candelaria, vendí hasta mil 500, sobre todo el fin de semana después del 2 de febrero”, dijo Augusto Ramos, vendedor ambulante tamalero.

“Tengo personas que me hacen pedidos, ya que el mero día no alcanzan, por eso pues se previenen para pedir los tamales desde antes.”