José Alberto Vázquez Benítez
Hube de escribir entonces en mis memoriales. “de fundar una puebla (1) de christianos spañoles… en el sitio más conveniente y aparejado”. La provisión que redacta y firma la reina Isabel en Medina del Campo (2) cuando otorga a esta recién fundada población el título de Ciudad, reza: “muy bien me ha parecido lo que dezis q proueysteis de hacer la población de los Ángeles entre Tlascala y Cholula…e anssi os encargo e mando q prouereis de llevarlo adelante haziendola los pobladores de la puebla de los Ángeles todo buen tratamiento e animámdolos e aiudandolos…y con essta se os embia una cédula que se da a dha puebla título de ciudad”.
Desde el lugar de la fundación se ve la nueva ciudad, con los volcanes al fondo. El volcán que arriba dije, cesó de echar humo ha doce años, y agora desde el fin del año mil quinientos y cuarenta ha tornado a echar humo. En la empresa de fundación participaron también y fueron de mucha ayuda Fray Julián Garcés, y el oidor Juan de Salmerón, junto con este fraile que esto escribo: Edificóse este pueblo a instancia y ruegos de los frailes menores, nuestros hermanos, que suplicaron que quisiesen hacer un pueblo de españoles y que se dieren a cultivar la tierra y hacer labranzas y heredades al modo de España, pues en estas tierras hay muy buena disposición y aparejos, y no que todos estuviesen esperando repartimientos de indios; y que se comenzarían pueblos cristianos en los que se recogerían muchos cristianos que al presente andaban ociosos e vagabundos, e darían ejemplo a los naturales de cristiandad y de trabajar al modo de España, e que teniendo heredades tomarían amor a la patria. Determinaron que la puebla se hiciese, fueron buscados y mirados muchos sitios y el que más partes de bondad tuvo, como adelante parecerá: “es a do la cibdad está, por lo cual le podrá decir: “Tu autem vocaberis: quaesita civitas: esta es la cibdad escogida e sitio señalado, entre muchos por el mejor”.
Por aquellos días se escuchaban en muchas partes los relatos de los sueños que Fray Julián Garcés quien a la sazón era el primer obispo de esta Nueva España entregado a la quietud del sueño, una noche que asientan haber sido la víspera del Arcángel San Miguel, en su festividad que celebra la Iglesia el 29 de septiembre, se soñaba el monseñor caminando y caminando, buscando afanosamente el lugar donde fundar la ciudad y poblar con españoles para dar rienda al proyecto. Y tras su larga caminata le fue mostrado un hermoso y dilatado campo, un valle de color esmeralda por el que corría un cristalino río, y estaba rodeado de otros dos; el llamado “lugar donde brota el agua” o Almoloya, el “de agua fría” el Alseseca, y el Atoyac o “agua que se derrama”, que le ceñían y circunvalaban, poblado de variedad de hierbas y flores, cuya amenidad fomentaban y entretenían diferentes ojos o manantiales de agua, que brotaban esparcidos en todo su terreno. En su sueño veía descender a los ángeles quienes refrenando su vuelo comenzaban a trazar la ciudad, echando los cordeles planteaban y delineaban la nueva población, haciendo entender al venerable prelado que aquel era el lugar que tenía el Señor preparado para la fundación de la puebla que se pretendía.
Despertó muy de madrugada y la primera diligencia que hizo fue celebrar el santo sacrifico de la misa, con mucha devoción y recogimiento, y haciendo llamar a los religiosos franciscanos que se hallaban en Tlaxcallan con mi persona, su Padre Guardían Fr. Thoribio Motholinia, y otras personas distinguidas y de su confianza, así españoles como naturales, les refirió el sueño, pidiéndoles que le acompañasen. Salió pues, con la comitiva, dirigiéndose, no sin superior impulso hacia la parte del sur, y habiendo andado cinco leguas, llegando al paraje, en que hoy está la ciudad, suspendió su marcha, haciendo alto en él y tendiendo la, vista por uno y otro lado, conocía ser el mismo que se le había manifestado, en el sueño, y volviéndose a los que le acompañaban, les dijo estas palabras:
- “Este es el lugar que me mostró el señor y donde quiere que se funde la nueva ciudad”.
Del día que se fundó la ciudad, tan presente, que estuve ahí, yo Fray Thoribio, que lo recuerdo y en los memoriales dejo constancia de mi presencia:
Este día que dije, dicha la misa, que fue la primera que ahí se dijo, ya traían sacada y hecha la traza del pueblo por un cantero vecino que ahí se halló. No tardaron mucho los indios de limpiar el sitio y echados los cordeles, repartieron luego al presente paréceme que cerca de cuarenta solares a cuarenta pobladores, que en la verdad aunque me hallé presente, no me recuerdo si fueron más o menos los que este pueblo principiaron.”
Pasado el tiempo que muchas veces hube de volver a esta naciente ciudad, paso a escribir para la memoria que: ”Hay en esta cibdad de los Ángeles y en todo su término mucha abundancia de agua, ansí de ríos, arroyos, como de fuentes. Tiene esta cibdad muy ricas pedreras o canteras, y tan cerca que menos de un tiro de ballesta sacan cuanta piedra quieren, ansí para labrar paredes como para hacer cal; y es tan buena de quebrar, por ser blanda y por llevar sus vetas, que aunque los más de los vecinos la sacaban con barras de hierro y almadana, los pobres con palo la sacan, y una piedra con otra la quiebran toda la que han de menester...
Tienen sus hornos junto a las pedreras, par de sus casas, y el monte no muy lejos, y el agua que no falta, que parece que todos los materiales tenían los ángeles aparejados al pie de la obra para edificar su cibdad... tiene muy buena tierra para hacer adobes, ladrillo y teja. Están repartidos cerca de doscientos solares bien cumplidos, que hay para hacer dos casas buenas en cada solar; y ya están muchas casa hechas y calles muy largas, todas de hermosas casas, e hay disposición y suelo para hacer una cibdad mejor que Sevilla, y ansí lo será por tiempo, y decirse ha: “civitaserat lata nimis et grandis”, porque esta cibdad con disfavores y contradicciones no ha hecho sino crecer y otras con grandes favores se despoblan; pero como creo que tiene el favor de los ángeles, no basta disfavor alguno para dejar de crecer y ser la que ha de ser...”
También pasado más tiempo y diciendo que había confusión en el nombre de la ciudad comenzáronle a llamar: “la Puebla” o sencillamente “Puebla” quitándole su nombre de pila o bautismo, que es Ciudad de los Ángeles, habiendo crecido tan rápidamente la nueva población que Su Majestad la Reina se vio en la necesidad de expedir otra cédula ordenando:
Yo, la reyna.- por quanto los nuestros oidores de la Nueva Audiencia, Chancilleria RL. De la Nueva España han poblado de Christanos Españoles, un pueblo, que se dice Puebla de los Ángeles, que es entre Cholula y Tlaxcala, por ende, por la voluntad que el Emperador mi Señor y Yo tenemos que el dicho pueblo se ennoblezca y augmente, y otros se animen a vivir en él, es nuestra merced y voluntad que de aquí adelante se llame, o intitule CIUDAD DE LOS ANGELES y mandamos que los vecinos y personas que al presente vivan en la dicha ciudad y los que de aquí adelante fuesen a vivir a ella no paguen alcabalas ni pecho por término de treinta años primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la fecha de esta Cédula en adelante. Yo la Reyna – Por mandato S.M. Juan Sámano (3).
Notas
1.- La palabra “puebla” es utilizada como una conjugación del verbo “poblar”; Yo pueblo, tu pueblas, él puebla. Se refiere a eso, una puebla o población en el mismo párrafo cinco líneas abajo dice “la puebla de los ángeles”.
2.- La reina Isabel de Portugal firma este y otros documento en virtud de que su hijo el rey Carlos V se encuentra ausente del reino Español y la reina ha quedado como gobernadora de los reinos de España de 1535 a 1538.
3.- Esta otra Cédula se expidió con fecha a 2 de marzo de 1532, siendo ésta la tercera de cuatro cédulas reales que la ciudad posee.
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