Israel Pérez López

Estimados hermanos, seguimos celebrando la alegría de Jesús este domingo cuarto del tiempo pascual, que se conoce popularmente como el “Domingo del Buen Pastor”, ya que en el Evangelio nos resalta la figura de Cristo como tal, junto con las 2 lecturas que hemos escuchado nos hace eco de este mensaje. Donde nosotros, sus seguidores, seríamos el rebaño. El pastoreo de Jesús se manifiesta en la Eucaristía, así, cada domingo nos preside la celebración, nos habla a través de su Palabra para que escuchemos su voz que nos invita a seguirlo y nos ofrece el ejemplo de su vida para que caminemos tras sus huellas, nos alimenta con su propio cuerpo para que tengamos vida, así quien lo sigue “encontrará pastos” que dan vida, haciéndose realidad la predicción del salmista: “En verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas” (cfr. Sal. 22).

El pasaje evangélico que hoy escuchamos, destaca en el Buen Pastor el conocimiento personal de sus ovejas: “Llama a cada una por su nombre”. Conocimiento que es recíproco: las ovejas “lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán”. Jesús es el Buen Pastor que, además de conocernos y llamarnos, nos “saca afuera”, a la vida, y “camina delante” como referente que es, y le seguimos y de Él aprendemos a caminar y a vivir.

Como los primeros discípulos, también le descubrimos caminando con nosotros en la vida, acompañándonos, marcando el rumbo, como Buen Pastor, para que “encontremos pastos”, para que “tengamos vida y la tengamos abundante”.

Jesús siempre quiere nuestro bien, quiere esa vida abundante para nosotros, de ahí que nos llama, porque nos conoce y sabe lo que necesitamos, lo que anhelamos y lo que nos sucede. Por eso Él toca las puertas de nuestras vidas, corazones, casas, familias, trabajos, para que lo dejemos entrar, cambiar toda nuestra existencia y darle sentido pleno para que nos conduzca hacia “pastos abundantes”, la libertad de una vida plena y eternamente felices, yendo delante de nosotros, por el camino del amor.

Jesús nos lleva a “buenos pastos”. Cada domingo nos ofrece la Eucaristía como lugar de reposo y alimento para nuestro caminar, para recuperar las fuerzas perdidas en la tarea de anunciar la noticia del evangelio a nuestros hermanos y hermanas. Respondemos orando a Dios para que escuchemos su voz de Buen Pastor y sepamos atender con generosidad cada uno a las llamadas que Él nos hace, para ser cristianos comprometidos con la misión de anunciar la buena noticia de Jesús y con la tarea de llevarla a todas las personas, especialmente a los más necesitados, a los pobres, enfermos, “ovejas” más débiles, luchando siempre por la justicia, la paz, la comunión.

Jesús es la realización del ideal del pastor perfecto, del que busca la oveja descarriada y da la vida por sus ovejas. Es más, Él es Dios mismo, quien, como había prometido el profeta Ezequiel (cfr. 34,4ss.), ha descendido del cielo para proponerse al cuidado de su grey. Antes de dejar la Tierra, Cristo ha escogido a algunos hombres, los apóstoles y sus sucesores, para que continuasen esta misión. De ahí, el nombre de “pastores”, dado a los obispos y a los sacerdotes, sus colaboradores.

Por eso, en este día, en el que se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, pedimos al Señor que nos conceda comprender que la “cristiana es siempre renovación de la amistad personal con Jesucristo, que da pleno sentido a la propia existencia y la hace disponible para el reino de Dios”.

Además del sacerdocio, otras formas de seguimiento de Cristo son la vida consagrada y el matrimonio que, plenamente vividos, hacen de los consagrados y los esposos “pastores” que liberan y conducen a una vida completa a los demás*. Oremos, para que las vocaciones de la Iglesia lleguen a madurar y a dar frutos abundantes, por ello les comparto la oración para que siempre pidamos, además, pastores santos:

“Oh, Jesús, Pastor eterno de las almas,
dígnate mirar con ojos de misericordia
a esta porción de tu grey amada.
Señor, gemimos en gran necesidad,
danos vocaciones, laicales, religiosas y sacerdotales santas.
Te lo pedimos por la Inmaculada Virgen María de Guadalupe,
tu dulce y Santa Madre.
Oh, Jesús, danos vocaciones para tu Iglesia según tu corazón”.
Amén.

* Lira Rugarcía, Eugenio. ¡Celebrar al Señor es nuestra fuerza!, Ciclo A, p. 111.