En la expresión “muchas cosas me quedan por decirles, pero no puedes cargar con ellas por ahora” encontramos unas de las claves más significativas para entrar en la comprensión del Misterio trinitario.
En este texto del Evangelio de San Juan aparecen claramente las Tres Divinas Personas pero con matices diferentes acerca de la misión de cada una; es el dinamismo trinitario operante en el alma de cada ser humano.
Hay un intercambio en la comunicación ad intra entre las Divinas Personas: Jesús nos indica que cuanto nos comunique el Espíritu estará en perfecta sintonía con Él, porque “recibirá de mí lo que les irá comunicando”.
Las cosas, por tanto, que quedan por decir a Jesús será encargo específico del Espíritu Santo, que en esos secretos reveladores nos irá introduciendo hacia la Verdad plena, es decir, hacia una plenitud de conocimiento de lo que es realmente Dios. Desde aquí podemos entender, que ese “ahora” al que Jesús alude que no podemos cargar con tales cosas, se está refiriendo, que para entender más a fondo el Misterio de Dios encerrado en el Misterio trinitario, necesitamos la intervención del Espíritu Santo en nosotros.
Todo lo que tiene el Padre es mío
Este texto de Juan que hoy nos propone la Liturgia en la celebración de la Santísima Trinidad termina así: “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se los comunicará”. Estas palabras de Jesús, sintonizan con otras que dijo acerca de su relación con el Padre: “Yo y el Padre somos una misma cosa”, de ahí, que todo lo que el Padre tiene sea también del mismo Jesús, el Hijo. Y esto será lo que el Espíritu tomará para comunicárnoslo a nosotros.
Podemos ver que el Misterio trinitario desborda nuestros límites conceptuales. Lo decía el teólogo dominico E. Schillebeeckx desde una convicción profunda: “La Trinidad, más que un misterio de especulación, es un misterio de vivencia”. Solo desde la experiencia vivencial se puede llegar a gustar y a comprender desde la limitación humana, una sombra, un atisbo de lo que es el Dios uno y trino.
Ninguna filosofía puede desvelar el misterio de la vida trinitaria, como tampoco ninguna inteligencia humana por más perfecta que sea, puede llegar a la compresión de este Misterio.
La Teología como ciencia de Dios, sí puede darnos claves de comprensión para poder vislumbrar en parte este Misterio que nos sobrepasa apoyada en la Revelación, lo que podemos llamar conceptos de aproximación, ya que Dios es un misterio que sobrepasa todo entendimiento humano.
Por más que nuestra capacidad intelectiva nos permita conocer acerca de Dios, Él siempre será el inexpresable, el que se agota en nuestra capacidad mental y al que no podemos abarcar. Santo Tomás se admiraba tanto del intelecto humano que decía: “el intelecto es una participación de la luz divina en nosotros, en el sentido de que nuestra inteligencia participa de la capacidad de conocer que Dios tiene por esencia” pero con todo, el intelecto humano no deja de ser limitado".
La teología nos descubre que todo lo que sabemos de Dios nos viene por la auto-revelación que Dios hace de sí mismo en su Hijo Jesucristo. Por eso, a los mismos teólogos no les basta solo la concepción puramente especulativa en lo que se relaciona con el misterio trinitario, y experimentan la necesidad recurrente a los místicos quienes se sentían espacio habitado por el Dios uno y trino.
El misterio trinitario desde los místicos
El maestro Eckhart, místico alemán se dirige a Dios de diversas maneras, bien como Intelecto, como plenitud del Ser, pero siempre tratando de resaltar la infinita trascendencia de Dios y la inadecuación de todos los términos humanos, porque Dios sobrepasa todo juicio. Por eso, para expresar la morada de Dios uno y trino en el hombre, lo hará recurriendo a diversos conceptos para darnos a conocer ese espacio interior del ser humano ocupado por la gracia de la Trinidad en nosotros, llamándolo de diversas maneras a través de distintas imágenes diciendo: “ese algo del alma humana donde opera la gracia se llama: “lo más elevado del alma”, “lo más interior del alma”, “el fondo del alma” o la “chispa o centella del alma”.
Otro místico dominico discípulo del maestro Eckhart llamado el predicador ardoroso de la mística alemana, Juan Taulero decía: “el hombre debe prepararse su morada para que el Dios uno y trino venga a ocuparla y colmarla".
Santa Catalina de Siena romperá por así decir en un grito de admiración: “Tú, Trinidad eterna, eres un mar profundo, donde cuanto más me sumerjo, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco”.
Respecto a la Trinidad, más que las especulaciones, lo que cuenta es la fe en el Misterio y la admiración por la grandiosidad del mismo, un misterio de amor donde se expresa la manera de ser del mismo Dios.