A la portada y cuatro páginas del Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, limitó el Gobierno el anuncio de la visita de Benedicto XVI a la isla. A media mañana del lunes -día de la llegada del Papa-, los cinco canales de la televisión aún ocupaban su programación con emisiones culturales, una clase de química y una película de origen chino de dudosa calidad.
El régimen parece haber retaceado la promoción de la llegada del Papa, contracara del despliegue propagandístico que mereció la visita de Juan Pablo II en 1998. Encontrar explicaciones para este fenómeno no es una tarea fácil en Cuba, un país donde cada ciudadano es un analista político o tiene una opinión formada sobre cualquier tema.
"¿Sabe lo que pasa? Juan Pablo II cautivó el corazón de todos, incluso el de Fidel. Después de su visita, volvimos a celebrar la Navidad. No es que no lo hiciésemos antes, a puertas cerradas, porque siempre fuimos muy católicos, pero nunca tuvo la autorización del Estado", dijo Juan Carlos, un ingeniero mecánico de 38 años que hoy regentea una flotilla de taxis estatales.
Los cubanos recuerdan aún que en 1998 grupos de jóvenes católicos repartían en cada esquina volantes y llamaban a los transeúntes a participar en la misa papal. Hoy, la ciudad luce apenas algunos afiches con la foto de Benedicto XVI y la leyenda "Bienvenido, peregrino de la caridad". Algunos de ellos pueden verse en Parque Central, un predio arbolado en medio del bullicio de taxis caza turistas, sitio ideal para captar el humor social de los habaneros.
"El Gobierno ha hecho todo lo posible para vaciar de contenido político la visita. No le debe haber caído bien que el pontifice dijese a los periodistas a bordo del avión rumbo a México que los cubanos ya sabemos que el comunismo es un modelo acabado", contó un hombre de unos 65 años, jubilado del Ministerio de Salud. Tras explicar a su audiencia cómo se organizaban esas conferencias de prensa en las alturas, recordó cuántas expectativas había generado la anterior gira papal. Junto a él, un hombre mucho más joven especulaba sobre los motivos de la magra publicidad oficial. "Creo que tienen miedo de lo que pueda pasar en la plaza, porque seguro habrá mucha gente. Algunos irán porque ese día será feriado laboral para que puedan asistir todos y pobre el que no lo haga. Pero otros podrían aprovechar para hacerse escuchar", opinó.´
La coincidencia en la calle es que es poco lo que pueden esperar los cubanos tras la gira de Benedicto XVI, al menos en los temas que más los afectan. Tanto el arzobispado cubano como el Gobierno han aclarado que se tratara de una visita eminentemente pastoral. "Aquí todos pensamos en cómo sobrevivir cada día, y en que haya más libertad", dice el jubilado.
Otra obsesión cubana es la de que de una vez por todas sea abolida la prohibición de viajar al exterior: "Yo tengo 56 años y nunca he podido salir de la isla. Tal vez no tendría el dinero para hacerlo, pero hoy la sensación es que vives atrapado en un pedazo de tierra en medio del mar", contó un hombre que aclaró que ha dedicado su vida a defender el lema revolucionario "Patria o muerte".
Los cubanos no pierden la esperanza de que Su Santidad diga algo sobre estos temas durante sus homilías, pero tienen pocas expectativas sobre los efectos positivos de esas palabras.
Más fervor se percibe, claro está, entre los católicos practicantes, un sector de la sociedad que ha visto un crecimiento exponencial desde la liberación de cultos decretada en los 90. En la iglesia de Regla, municipio al otro lado de la bahía habanera, el sábado por la mañana fue día de bautismos masivos. Una veintena de niños engalanados de riguroso blanco recibieron la bendición del párroco, que aprovechó la convocatoria para advertir a sus fieles de la necesidad de acudir el miércoles a la misa papal en la Plaza de la Revolución.
Barrio dominado por la santería, religión traída a la isla por los esclavos africanos y, magia del sincretismo, compatible con el catolicismo, Regla estará en la misa. "Éste es un pueblo muy católico y habrá mucha gente. Aquí la parroquia ha estado convocando para que nos movilicemos. También se hizo algo desde las Juntas Barriales", explicó el padre de una pequeña que acababa de ser bautizada.
Este lunes, en todo caso, la atención estuvo puesta en Santiago, mil kilómetros al este de La Habana. Fue un evento que la capital siguió por televisión, aparato que difícilmente se encuentre apagado en una casa cubana