El presidente Raúl Castro recibió con gran cordialidad a Benedicto XVI en el Palacio del Revolución de La Habana la tarde del martes, conversó con el Papa en privado y, al final, le regaló una estatua de bronce que representa el hallazgo de la Virgen de la Caridad de Cobre hace exactamente 400 años. 

El Papa correspondió regalándole un facsímil de la llamada “Geographia” de Tolomeo y se despidió afectuosamente de su anfitrión con un “Gracias, gracias” después de que ambos se asomasen a grandiosa la Plaza de la Revolución donde posaron para las cámaras.

El presidente de Cuba estrechó la mano de cada uno de los miembros del séquito del Papa, comenzando por el cardenal Bertone, mientras que el Santo Padre recibió a continuación el saludo de cada uno de los altos jerarcas del régimen cubano.

Era una fórmula mucho más elaborada de lo habitual en este tipo de encuentros, lo cual refleja la importancia que los líderes cubanos prestaban al acontecimiento.

El poderoso Murillo, que está pilotando las reformas económicas, evitó polemizar con Benedicto XVI, quien constató sin ambages el fracaso del marxismo el pasado viernes en su encuentro con los periodistas durante su vuelo de Roma a México.